Malos Momentos

Yo no tengo un sueño. Yo solo tengo sueño. Quiero dormir. Quiero dormir y no despertar y olvidar para siempre que soy el tonto inútil que de momento sigo siendo. Mi corazón aún late, mi cuerpo persiste en respirar, pero mi alma yace exangüe como un perro atropellado en la autopista de noche. (Jaime Bayly en "Dios y las moscas")

Busco algo interesante que contar. Siento que es una obligación moral hacerlo, una obligación para conmigo, para demostrarme que aún sigo vivo y que tengo algunas responsabilidades que me han impuesto por el hecho de haber nacido humano. Las ideas brotan de mi cabeza. Algunas historias son muy largas, no se podrían narrar en las cuatro o cinco hojas que siempre acostumbro a escribir. Las historias largas, hospedadas en mi cabeza, cobran vida, me manipulan y me impiden redactarlas en lo que se supone que serán textos cortos, tienen sed de poder, quieren convertirse en novelas. Yo estoy muy cansado y con bastante flojera. Me rehusó a comenzar una novela.

Cuando tenía diez u once años recuerdo que pasaba las tardes narrándole a mis amigos – en el patio del colegio, todos hacían un círculo para oírme – todos los detalles de algún sueño reciente. Les contaba todas las peripecias que realizaba con el fin de conquistar a la chica de mi clase, la que por aquel tiempo me interesaba. Nunca soñé nada de lo que contaba.
Otras historias son más cortas. Hoy llegué a la universidad con un libro: “Un mundo feliz”, algunos preguntaron sobre el libro, otros me pidieron algún libro interesante;  y, un compañero fantasmal se permitió el acto generoso de cambiar mi libro – con reciente olor a librería, lo que me causa mucho placer – por la biblia protestante que llevaba en el bolsillo. Quedé anonadado. No sabía que había personas que aún cargasen la biblia en el bolsillo, yo he colocado la mía sobre el velero y como muestra de respeto jamás la he vuelto a tocar. Aquel compañero fantasmal me mostró “1° de Corintios 6: 9 – 10” Descubrí que la biblia es homofóbica, pero tampoco quiero escribir sobre eso, no por ahora. Pienso que el tema debe tener connotación filosófica.

Mientras estaba en clases. Observaba. Recuerdo que al comienzo de la carrera, todos lo que se supone que dentro de poco serán ingenieros pensaban en desempeñarse en la rama técnica de la carrera. Yo era uno de los pocos que había optado por la rama gerencial. Ahora en clases  a todos les ha despertado el interés por lo gerencial. Veo sus rostros. Analizo. Siempre se aprende del comportamiento humano. Tampoco quiero escribir sobre aquello. No ahora.

Hay otras historias que son cortas y para nada filosóficas. La historia sobre mis once años de persistente promiscuidad esta por la mitad. No puedo terminar de redactarla. Últimamente sólo tengo ganas de dormir y de jugar. Me he vuelto adicto a un juego: “Plants vs Zombies”. Pienso que la historia es interesante y debo terminarla, pero aquella motivación no ayuda. No sé si narrar las historias sexuales con dos de mis profesores. No sé si narrar sobre el incesto. No sé si narrar la historia sexual con la chica a la que mi padre y mi hermano bautizaron como “La gorila”. No lo sé.

Cuando se escribe no se discrimina entre lo que debe narrarse y lo que no. Simplemente se narra.

Tengo pendiente escribir las disculpas públicas para Huangal por la publicación “Súper Huascal” y también está pendiente escribir la disculpa para Alma Rossi por haberla llamado cucaracha. Alma Rossi ya se regresó el cabello a la normalidad. Pero aún faltan las disculpas inconscientes. No puedo hacerlo ahora. Mi cuerpo no quiere.

Tengo mucho que escribir y simplemente no escribo nada. No encuentro las palabras. Estoy en mis malos momentos.