sábado, 26 de mayo de 2012

Siete consejos para ser menos infeliz


Coetzee: “La gente feliz no es interesante. Es mejor aceptar la carga de la infelicidad e intentar transformarla en algo que valga la pena”
UNO:

Nunca empieces una plática recordando lo que hablamos o hicimos ayer, al menos que el ayer sea un evento ocurrido antes de los dieciocho años. Antes de los dieciocho años solía tener una mente lúcida/traicionera, antes de los dieciocho años lo recordaba todo y cada uno de aquellos días, vienen a mi mente como los golpes que mi madre propiciaba a las ratas que invadían la casa y que el gato no se atrevía a matar (era un gato admirable, era admirable la voluntad empeñosa que tenía por dejar de ser gato), acaso también como los martillazos que mi padre repartía entre los fierros oxidados de los carros que arreglaba, aquellos días los recuerdo, en resumen, como días llenos de infelicidad, de sufrimiento en la alcoba de mi abuelo fallecido, entre las estampitas, los santos de yeso y los libros. Después de los dieciocho años me he vuelto menos inteligente pero más prudente, después de los dieciocho años no recuerdo nada de lo que hago o digo, y cuando lo recuerdo es por la exclusiva razón de escribirlo y luego de escribirlo no recuerdo el suceso ni lo escrito.

DOS:

Si me vas a invitar a salir tienes que saber que rechazaré la invitación si es que las condiciones climatológicas no son propicias para la felicidad. Me importa un carajo el quien seas o el que quieras, lo primordial es el clima. Me agradan las tardes después de las seis, con el cielo nublado/gris, con neblina si es posible. Me agradan esas tardes grises después de la seis con neblina porque me recuerdan los domingos en los que me quedaba solo en casa, a hablar con las aves o con el aire o con una  rama de árbol (báculo) que recogí algún día en la chacra. Me agradan esas tardes que se parecen a los domingos de infancia y por eso procura invitarme a lugares solitarios, con árboles y aves. Y ya en el lugar de la cita, ten el buen juicio de preguntar “Te acostarías conmigo”. Si te respondo que no, sólo quédate callado y cuéntame historias mientras observo las plantas, los animales o la nada. Si te digo que sí, acaríciame y disfruta del momento. Si te digo que no y no tienes historias que contarme, procura dejarme sólo, la pasaré mejor con los animales. Si te digo que sí, no te cohíbas y hazme feliz.

TRES:

Cuando te haya dicho que no me gustas y que jamás me acostaría contigo no comentas actos de estupidez aún que mayores que el hecho de haberte fijado en mí. Cuando te haya dicho que no me gustas no trates de cambiar en un afán mediocre de agradarme. Si te he dicho que no  me gustas lo que debes hacer es formar tu personalidad (yo nunca me fijo en tipos sin personalidad), debes trabajar en aquello para lo que has nacido, aunque al hacerlo las circunstancias te alejen más de mí. Créeme que años más tarde cuando te vea convertido en un rey, en escritor, en actor o en un sapo; te apreciaré y querré ser tu amigo y quizá en momento exista la remota posibilidad de que me cueste contigo y de que tú no quieras ser mi amigo, ni acostarte conmigo. Y quizá en ese momento dirás: “Perro cabrón, ahora ya soy feliz, no te necesito. El infeliz eres tú por no haberme aceptado en ese entonces”. Yo sólo diré: “Qué agradable tipo”, luego me iré a la cama a hacer lo que mejor sé hacer: Dormir.

CUATRO:

Nunca apeles a nuestra amistad para conseguir algo. Nunca digas: “Si eres mi amigo tienes que ayudarme o tienes que hacer tal o cual cosa”. Es probable que yo te aprecie más de lo que imaginas. Es probable que me caigan algunas lágrimas al momento de tu muerte (entiéndase la muerte en un concepto más amplio) pero siempre hay cosas que me interesan mucho más que la amistad. Siempre prefiero rendirle culto al ocio, al escribir o simplemente al no pensar en nada. Si de verdad eres mi amigo y me reconoces como amigo tienes que saber/entender que el lugar de nuestra amistad está  debajo de todas esas cosas primitivas/hedonistas que son la esencia de mi vida y de las nunca me podrán privar. Nuestra amistad puede desaparecer en cualquier momento, cuando yo muera, cuando tú mueras, cuando veas que mi personalidad no es lo suficientemente confiable como para que me cuentes cosas íntimas, cuando veas que mi personalidad no es lo suficientemente confiable como para que me cuentes que pronto tendrás un hijo, o  cuando veas que mi personalidad no es lo suficientemente confiable como para que me cuentes que eres homosexual. El ocio, el escribir, y la nada son cosas que me sobrevivirán y de ello tengo la certeza de que me acompañara hasta la muerte y sin condiciones de por medio.

CINCO:

Si has leído mi blog y conoces mis preferencias sexuales no tengas miedo, ni te creas listo pensando que tengo fantasías sexuales contigo. Recuerda que tú no te acostarías con cualquier mujer; y yo, siendo todavía más selectivo, no me acostaría con cualquier hombre. Si he decidido ser homosexual no voy desperdiciar mi condición privilegiada acostándome con seres esperpénticos y si he decidido ser homosexual y he decidido que me gustas, ten en cuenta que ya te lo hubiese dicho.
Si has leído mi blog y me escuchas hablar con naturalidad sobre la homosexualidad, sobre hombres o relaciones entre hombres, en ningún caso te escandalices, ni te alejes, ni lances palabras atropelladas por la ignorancia de tus antepasados. En ningún caso me sentiré fatal, en ningún caso te prestaré atención y si lo hago, sólo notaré tu chatura intelectual. Ten en cuenta que a mí nadie me dijo que ser homosexual era malo, ten en cuenta que para mí la homosexual es una condición natural de la humanidad. Ten en cuenta que aun siendo un hombre al que le gustan los hombres, puedo ser más varonil que tú y puedo lanzar proyectiles verbales para convencerte que tu condición de heterosexual es más baja/ruin que mi condición de ser que ha decido quitarse la camiseta putrefacta de la familia, la  nacionalidad y la cultura.

SEIS:

Mi vida es un juego, una ruleta rusa que depende de mi estado de ánimo y mi estado de ánimo depende del olor de las sábanas, de la gota de sudor que corre por mi frente, de la hormiga que camina sobe mi pierna o de cualquier suceso insignificante. Cuando estoy con buen ánimo tendré el buen gusto de llamarte para conversar largamente; si estoy con mal ánimo lo sabrás si no te presto atención (en clases, por el celular, por el chat). En ese caso no insistas porque saldrás malherido, me encargaré de mostrarte la peor versión de mí. Tampoco insistas con las llamadas porque gritaré: “Carajo, la gente no tiene nada que hacer” y luego colgaré. Mucho menos insistas por el chat porque no leeré lo escribas y me encargaré de responder: “Entiendo”, como acuse de recibo o simplemente no diré nada.
Sin embargo hay momentos que son de felicidad extrema y para no echarlos a perder prefiero alejarme de la humanidad. Reconocerás esos momentos y ten la amabilidad de ayudarme a ser feliz, alejándote. En dichos momentos de felicidad extrema prefiero contemplar el olor de mi cuerpo, el olor de las almohadas, el sonido de alguna buena canción o simplemente el techo blanco de la alcoba donde se dibujan las historias mitológicas donde yo soy dios  y tú el diablo que quiere joderme el mundo que he creado.
En resumen, sea que esté  feliz o infeliz, siempre prefiero estar solo, salvo algunas excepciones que sólo Naya conoce.

SIETE:

Si estoy feliz y quieres compartir mi felicidad. Si quieres salir conmigo y sabes que quiero salir contigo pero el clima es adverso. Si  quieres salir conmigo y sabes que nunca jamás me acostaría contigo. Si eres mi amigo y sólo eso y quieres salir conmigo y sabes que quiero salir contigo pero que prefiero salir con chicos agradablemente sexuales. Acuéstate conmigo y quédate en silencio. Ven a mí, a mi cama (ten la certeza de que allí me encontrarás siempre), muéstrame la mejor versión de ti, debajo de las sábanas, acaríciame, abrázame muy fuerte y duerme conmigo. Invítame a salir un  sábado por la noche, con garúa y lleva contigo a un chico agradable y de preferencia no vayas tú, ten por seguro que te estaré eternamente agradecido. Llévame a una discoteca llena de gente agradable, pide sangría y quédate en silencio mientras yo observo lo que realmente me interesa. Si haces eso seremos dos amigos felices. 

2 comentarios:

  1. El punto siete es contradictorio, pero sencillamente claro... Como siempre, me agrada tu transparencia al escribir.

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    1. Trataba de lograr esto: Si estoy feliz y quieres compartir mi felicidad, Acuéstate conmigo y quédate en silencio. Si quieres salir conmigo y sabes que quiero salir contigo pero el clima es adverso, Acuéstate conmigo y quédate en silencio. Ven a mí, a mi cama (ten la certeza de que allí me encontrarás siempre), muéstrame la mejor versión de ti, debajo de las sábanas, acaríciame, abrázame muy fuerte y duerme conmigo (...)

      Intentaba una especie de técnica, al parecer fue sólo un intento. Gracias amigo, te extraño.

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