domingo, 17 de junio de 2012

Adriano Juárez vs Iván Pérez: La riña de un dinosaurio contra un dios


Siempre hay personas que nos caen mal, y en general, no son sólo las personas las que nos joden el día que debería ser bueno, también hay comidas que nos caen mal, música que nos desagrada, cursos abominables, días soleados, un dinosaurio o simplemente la cucaracha que no pudimos matar aquella noche mientras admirábamos la belleza del suelo, en la alcoba. Todo aquello que nos revuelve el estómago siempre está presente y aunque nunca es tan importante, siempre existe algo en nosotros, como el recuerdo de que alguna vez fuimos primates, que nos obliga a pensar en lo irrelevante, en lo que nunca debió existir, en aquellos que nos joden el día y siempre nos caen como patada imaginaria en los testículos.

También hay personas que tienen la estupenda cualidad de generar malestar social y no son pocos, y generalmente son  gorditos. No tengo nada en contra de los gorditos porque sospecho que dentro de poco  también seré gordo, pero por lo menos no seré un gordito anclado en ideas medievales, por lo menos procuraré ser un gordito que duerme (para volverse más gordo), un gordo liberal y no dinosaurio.

Iván Pérez es de aquellos tipos, que les jode la vida a los demás, aquellos que todos ven como dinosaurio con cara de sapo, que no sabe otra cosa aparte de la metodología RUP. Es un profesor del que todos rajan y al que nadie dice nada, porque son cobardes o porque simplemente los dinosaurios y los sapos aún son más poderosos que los humanoides. Todos aquellos ex alumnos de Iván Pérez, el profesor con cuerpo de dinosaurio y cara de sapo, resumen sus cualidades en cinco frases:
  • Le falta que se meta un curso de actualización.
  • Lea menos diapositivas.
  • Se pare en la pizarra y explique y no se quede sentado como una madre.
  • Le falta Aceptar "me equivoqué".... Actualizarse... entender que la época de sólo programar de un ingeniero de sistemas ya pasó... No exigir ética si él no la práctica no se baje los ejercicios de laboratorio y clase de Internet... Un mea culpa de cuál es su aporte a la ingeniería de sistemas.
  • Dejar de pensar y decir que RUP lo es todo.

Iván Pérez es profesor en la universidad de los que quieren salir adelante y Adriano Juárez es un estudiante al que no le interesa salir adelante. Porque las personas cautelosas sabemos que hay situaciones en las que debemos quedarnos en el mismo lugar. Porque a veces ir hacia adelante y sobre todo acercarse a debatir con Iván Pérez es un ejercicio que nos recuerda lo oscura que fue la vida en la edad media donde se creía que sólo los dinosauros con cara de sapo tenían derecho a decretar lo que se debía y lo que no se debía hacer. Porque a veces ir hacia adelante y debatir con Iván Pérez es un ejercicio que nos recuerda que si el Perú es un país jodido es porque existe gente como él, que se rehúsa a aceptar el libre albedrío, que se rehúsa a aceptar las opiniones de los demás. En resumen Iván Pérez es un profesor desactualizado – en conocimientos e ideología – y es un profesor que tiene como una única arma de ataque a todo lo que se le dice: “Yo soy el profesor y yo doy las órdenes”.

No se confunda Iván Pérez. Usted es profesor, pero usted no da las órdenes, usted sólo da sugerencias. Ya cada uno verá como encamina su formación. Y si quiere tener autoridad esa no es la mejor manera. Si quiere tener autoridad y quiere que las futuras generaciones recuerden que los dinosauros fueron más que animales con cuerpo grande y cerebro pequeño, demuestre que su estilo de vida es digno de ser imitado.

A Iván Pérez lo conocí el ciclo pasado en las clases de Ingeniería de Software, allí nos enseñó a utilizar la metodología RUP y nos obligó a imprimir una cantidad desmesura de hojas, lo que pare él era un símbolo de que la gente hace su trabajo, cuando ante los ojos de los cautos es sólo un símbolo de contaminación ambiental. Iván Pérez leía sus diapositivas sentado como una madre. Claro que yo nunca noté que leía las diapositivas, ni que se parecía a una madre (porque no sé qué rayos es una madre) porque siempre procuraba dormir en clases. Ya sabemos que siempre he tenido un gusto desmedido por el por relax,  ya luego aprobaría los exámenes, porque es de conocimiento general que los exámenes nunca cambian y son siempre los mismos desde se creó la universidad. El día que noté que Iván Pérez existía y que era un tipo al que debía prestársele un poco de atención fue la mañana en la que escupió aquella frase que ya se hizo peculiar:

  •  “Yo soy el profesor y yo doy la órdenes”

Es cierto que él es profesor y también es cierto (según el profesor de auditoría de sistemas) que no tiene una maestría, pero lo que es no es cierto, lo que es desfasado y hasta insultante es el hecho de que por ser profesor tenga la facultad de dar órdenes.

La primera persona que conocí con ese pensamiento anticuado fue mi padre, quien se empeñó durante toda mi infancia a que yo obedeciera sus órdenes sin preguntar las razones por las que  debía obedecer y sin siquiera darme opciones a elegir. Por aquella época ya había notado que mi esencia era la de un ser liberal, la de un adorable perro cabrón al que le agradaba ser libre y actuar de acuerdo al libre albedrío otorgado por Dios. Y este modo de pensar no es capricho, tampoco es uno de los tantos modos de pensar que puedan existir, este modo de pensar es evolución, es el paso de la edad media al renacimiento y del renacimiento a la edad del hombre libre, del hombre que no cree en los cuentos infantiles, del hombre que ya no cree en papa Noel, ni en los amigos, ni mucho menos en el ridículo cuento de los valores. Finalmente lo que importa es que cada uno elija un camino y que todo lo que haga sea parte de ese camino y si alguien piensa que dicho camino es malo, debe dar una opinión y luego deben morderse la lengua, porque es claro que en las cuestiones de puntos de vista, todos tienen uno distinto.

Después me encargué de que mi padre entendiese que yo no he nacido para recibir órdenes y que las únicas cosas que hago son las que me parecen buenas o las tienen explicaciones coherentes. En conclusión, después del trabajo realizado sobre mi padre, viví feliz durante mucho tiempo, trataba de opinar en clases, hasta tercer ciclo, luego descubrí que no era necesario opinar, ni hablar, ni hacer nada, sólo dormir, porque nunca hay nadie realmente interesante, porque todo lo que dicen o deducen o escupen los que hablan (creyéndose listos) son cosas que nosotros, los que aspiramos a ser presidentes y luego dioses, ya sabemos y si ya lo sabemos no hay necesidad de decirlo. Entonces mi vida después de tercer ciclo se convirtió en una vida sombría, en la vida de un tipo que duerme, que aprueba los cursos porque sería vergonzoso desaprobar, porque ustedes saben el golpe que supone desaprobar en una universidad donde nadie sabe un carajo sobre nada, salvo algunas excepciones con las que nunca me acostaría. No olvidemos que la belleza física y la intelectual son polos opuestos que se rehúsan a permanecer una misma persona.

Y el ciclo pasado aquella frase desfasada, aquella frase anticuada, aquella frase escupida por un dinosaurio con cara de sapo me despertó de aquel maravilloso sueño. Ese día descubrí que aún había algo por hacer en la universidad de los quieren salir adelante, ese día descubrí que si había que aportar en algo, aquello era demostrarle a Iván Pérez, que si bien él es profesor sin maestría, lo que no es cierto es que él deba dar las órdenes y que nosotros debamos obedecer.  Ninguno de los profesores brillantes de la universidad han dicho eso, nadie se atrevería a decir ello porque la época en la que vivimos no lo permite. A mí me hubiese gustado nacer en la época de los griegos o en la época de los incas y ser rey o emperador o en el peor de los casos ser Papa, pero no nací en ninguno de esos escenarios, no soy descendiente de dioses, ni de reyes y  la única posibilidad que tengo para conseguir algo medianamente similar es siendo presidente o acaso escribiendo novelas o textos cortos donde puedo ser y el mundo puede ser todo lo que imagino. Iván Pérez no tiene noción del tiempo, Iván Pérez aún cree que vive en la época donde se dan órdenes y “los otros”, menos ilustrados, obedecen. Iván Pérez aún piensa que la autoridad y el respeto, acaso la admiración, se consigue ordenando y callando de modo grosero a los quieren dar una opinión, a los que quieren decir que las cosas pueden ser mejor de otro modo, a los que saben que su formación puede ser llevada de un mejor modo investigando sobre temas amistosos y no en escenarios reducidos a lugares, empresas o temas – que por lo menos a mí – me interesan un carajo.

Ese es Iván Pérez, un profesor sin maestría, con cuerpo de dinosaurio y cara de sapo que se encarga de dar órdenes, que hace y deshace a su antojo sin que nadie tenga la posibilidad de decirle algo. Y cuando alguien intenta siquiera razonar, o decir que las cosas pueden ser mejor de otro modo, escupe la peculiar frase: “Yo soy el profesor y yo doy las órdenes”.

Todo estuvo mal, siempre estuvo mal, pero me permití continuar en silencio, auscultado el comportamiento de los futuros ingenieros, viendo como algunos – con agallas – agachaban la cabeza cada vez que ese troglodita hacía gala de colosal figura y de las ideas medievales y del poder que tiene para aprobar las tesinas mal hechas que todos presentan ciclo tras ciclo. Nadie dijo nada, nadie se atrevía a informarle a Iván Pérez  que él y sus ideas ya no existen, todos se dedicaron a odiar y a maldecir al profesor con cuerpo de dinosaurio y cara de sapo, a escondidas, en silencio, como en la época en la que la iglesia decretaba y todos obedecían de mala gana, diciendo: ¡Maldito cabrón, ya me las pagarás!

El lunes pasado llegué de buen humor. Había utilizado todo el domingo para redactar el trabajo individual, me había tomado el tiempo de arreglar la web que no funcionaba y se suponía que todo debía ir  bien. Llegué al aula de clases y me senté en una de las sillas del final para leer un poco. Luego una voz esperpéntica me detuvo:
  •         ¿Qué hace en el aula? En el aula sólo deben estar lo que dan examen de rezagados ¡Retírese!

Y me votó del aula. Por supuesto él es el único que nos vota del aula el día del examen. Pero esa actitud prepotente podría ser tolerada. Fuimos a albergarnos a otra aula, a estudiar el examen del ciclo pasado, porque ya sabemos que Iván Pérez no cambia los exámenes y los exámenes deambulan por los correos personales de todos sus alumnos. Horas más tarde, algunos compañeros se acercaron a presentarle algunos trabajos y por alguna razón desconocida, por alguna razón fundada en la época medieval, decidió no revisar trabajos a nadie. A su estilo trató de dar explicaciones mesiánicas y finalmente la mayoría se resignó a no presentar. Pero yo debía presentar el trabajo, al comienzo no me interesó, pero al final descubrí que si había una razón para estar allí sentado, estudiando cosas que no sé si servirán para postular a la presidencia, esa razón era decirle a Iván Pérez, que ya basta de tanta ignorancia, que si quería ser todopoderoso y gobernar la vida de todos los despistados que quieren salir adelante, eso no iba a ser posible a menos que se ponga a escribir una novela, donde él sea todo lo que se le antoje, sin joderle la vida a los demás con sus caprichos de dinosaurio viejo y con cara de sapo.

Es probable que Iván Pérez tenga buenas intenciones, es probable que yo tenga malas intenciones. Pero Iván Pérez tiene una metodología anticuada que choca con el estilo de vida de los peruanos, en este siglo; y yo, digámoslo claro, no soy un seminarista, ni un aspirante al reino de los cielos, yo soy un adorable perro cabrón que ha decidido ser escritor, y al que no le importa un carajo lo que piensen los demás y al que le agrada y le excita decir lo que piensa. Ya si después tengo que morir o pagar las consecuencias, lo haré, pero me jactaré de haber hecho y dicho aquello para lo que he nacido. Y ese día procuré decirle a Iván Pérez algunas cosas e Iván Pérez me dijo unas otras cosas:

  • Hoy no voy a revisar trabajos, porque ya he revisado toda la semana pasada, dijo Iván Pérez.
  • Lo que ocurre es que usted no dio una fecha límite para revisar trabajos, eso nos hizo suponer que el último día para presentar era hoy, dijo Adriano Juárez.
  • No voy a revisar trabajos, ya dije, porque yo doy las órdenes.
  • Las órdenes se dan “antes de”, no cuanto todo ya está concluido.
  • Hay compañeros que han presentado trabajos hasta el día lunes, que me han buscado en la semana para que les revise los trabajos.
  • Ese es un asunto que no me interesa. Ellos tienen la libertad de hacer lo que se les venga en gana. El asunto es que usted no dio una fecha límite para presentar trabajos y si no la dio (que es problema de usted y no nuestro) esa fecha se supone que debe ser hoy.
  •  Yo he dicho que la última fecha ha sido el lunes pasado.
  • Eso es mentira porque yo estuve el lunes pasado y si lo hubiese dicho, hubiese recordado el detalle. Sin embargo, hay una manera de saberlo y es preguntando al salón si es verdad que usted ha dicho que la fecha límite fue el lunes pasado.
  •  Yo no voy a preguntar nada a nadie, porque no estamos en una democracia, y yo soy el profesor y yo doy las órdenes.
  • Hay que determinar de algún modo si usted dijo que la fecha límite fue la semana pasada ¿Ante quien lo dijo? ¿Cuándo lo dijo? ¿Dónde ha quedado registrado?
  • Que solución propones.
  • Que revise el trabajo hoy, dijeron algunos que estaban por allí.


Fue así como Iván Pérez accedió a revisar los trabajos individuales.

  •       Ya que tanto lloras voy a revisar los trabajos, pero esos trabajos tienen que tener un monto en la justificación económica, los indicadores deben tener fórmulas, la muestra y la población deben estar correctamente definidas y sino está ninguna de esas cosas les pongo cero, dijo con sonrisa de sapo burlón.

Así terminó aquel día. Así comenzó aquella guerra. Ese día me llamaron llorón y yo decidí que aceptaría de buena gana el que me digan llorón pero desde aquel día Iván Pérez también debería aceptar que es un profesor desfasado, con cuerpo de dinosaurio y cara de sapo que vive anclado en la época medieval. Zorry, profesor Iván, pero esta es mi historia y yo soy dios en todo lo escribo. Y si he aprendido a ser picón – como le dicen mis compañeros – es gracias a usted.

4 comentarios:

  1. sigueme a http://fiorella-cano.blogspot.com/

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  2. Luego de buen tiempo vuelvo a leer tu blog estimado amigo ,me agrada el hecho de que uno busque su libertad y no callar ante tanto oscurantismo, pero como dices todos tiene un costo cuanto fue tu costo Mauricio?
    Pdt : Mauricio con tus poderes sobre humanos desaparece a esos dinosaurios jejeXD
    CAMILO V.CH

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  3. VISITA MI BLOG
    http://victorcasimiropacheco.blogspot.com

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