Las noches en la plaza de armas
de Ferreñafe son tranquilas. La bancas suelen estar vacías, las hojas del
algarrobo caen como bailando tonadas sobre las bancas y el suelo de losetas
cuadriculadas. Algunas personas caminan a lo lejos y desde cualquier ángulo se
pueden observar casonas antiguas, residuos de la época colonial. En la esquina opuesta a la Catedral y frente
al antiguo cine, al que nunca tuve oportunidad de ir, nos encontrábamos Manuel
y yo, en una banca, platicando sobre mi sexualidad.
Manuel tenía alrededor de 30
años, yo por lo menos 18, y nos conocimos en un grupo de jóvenes que cantábamos
y hablábamos de Dios, guiados además por una monjita bastante desfasada. Nos hicimos
amigos, ambos compartíamos el gusto por la lectura de libros de filosofía. Él estudiaba
filosofía y yo aún permanecía en quinto de secundaria. Por aquel tiempo me
dedicaba a leer “El mundo de Sofía”. Con
Manuel platicábamos horas de horas sobre cosas que no recuerdo, pero que al
parecer eran más interesantes que las pérdidas de tiempo en las redes sociales
o que los pensamientos vanos en personas que siempre están lejos y no tienen el
mínimo interés en recordarnos. La amistad con Manuel se extendió un poco más,
debido a que fue a hacer prácticas o presentaciones al colegio en donde estudiábamos,
yo y algunos tipos que ya deben ser padres o deben estar embriagándose a estas
horas de la noche, ya sabemos que es gente casi nunca tiene otra cosa que hacer
u otra cosa en que pensar. Posteriormente Manuel fue mi catequista y me
permitió confirmarme en la fe católica a pesar de no asistir a esas charlas aburridas/prehistóricas
sobre Dios, los santos, la biblia y otras cosas que no se pueden mencionar en
los discursos políticos; porque ya sabemos que lo que le interesa a la gente es
saber que va a comer el día que viene.
- Eres un chico inteligente, tú no necesitas estas charlas – me dijo Manuel.
Por aquel tiempo yo también vivía
pensando que era un chico inteligente y era justificado por que he sido primer
puesto en el colegio, me he dado el lujo de no desaprobar ni un curso y en el
peor de los casos sólo he desaprobado una práctica de multiplicaciones, porque
me desagrada en exceso estar multiplicando y sumando y restando, es mejor dividir las cosas para
que otros las hagan y ponerme a dormir. Pienso que una de mis habilidades es
dividir el trabajo, dormir y luego exponer lo que otros han hecho, porque casi
siempre tengo nociones sobre lo que piensa o lo que hará cada persona de mi
equipo.
Con el grupo juvenil, con Manuel,
pudimos ir a algunos retiros, fuimos a algunos eventos. El me prestaba sus
libros de filosofía, de la universidad de Navarra, yo los leía y alguna vez
perdí uno de esos libros, sólo que él no lo sabe o nunca lo sabrá. Hablábamos de todo, era mi buen amigo, mi
único amigo y ese momento, como al comienzo de la historia, nos encontrábamos
sentados en esa banca vieja, frente al cine viejo. Mirando intrusos que se
besaban como si fuese un espectáculo público o si a los demás les interesase es
abominable intercambio de saliva.
- Ahora que estamos solos, cuéntame sobre tu opción sexual – Me dijo Manuel
Recuerdo haberle dado muchas
vueltas al tema. Le conté como ocurrió la relación con amigo cercano a ambos. Le
conté la atracción y la relación enfermiza y de tres años que llevaba con un miembro
cercano de mi familia. Pero a esa edad me resultaba complicado decirle: “Me gustan los chicos”. Ya sabía que ser homosexual no era en ningún
caso un pecado ni una enfermedad, sabía que era una probabilidad genética y en
el mejor de los casos, una decisión personal; pero aun así era complicado
decirle soy Homosexual, era un asunto de pudor, de moral, eran los rezagos de
la formación que recibí de mis padres, de mis abuelos y del ambiente
autoritario y conservador en el fui criado.
Manuel me ayudo en cierta medida
a aprender a decir las cosas como tenían que decirse. No había problema con lo
que piensen los demás, no debía tener problema por nada de ello, no había
problema psicológico, genético, cultural, no existía ninguno de esos escenarios
o todo eran estereotipos de gente que no había leído un carajo sobre nada; en
estos asuntos lo único válido es el libre albedrío y el compromiso de dejar que
cada uno tenga la libertad de amar el cuerpo, las formas, las palabras o las
perversiones que le resulten excitantes.
Aquel día empecé a pensar como pienso ahora, sólo que un poco más
rudimentario. En cambio ahora ya puedo decir cualquier improperio sin necesidad
de sentir temor o vergüenza o sin tener que preocuparme por lo que piensen los
demás, porque es natural que todos piensen, es natural que todos vivan la
estupidez (en mayor o menor grado) del modo en el que les cause el mayor grado
de felicidad.
El problema de la ciudad en la
que vivimos Manuel y yo durante 18 años de nuestras vidas (recordemos que
Manuel ha pasado gran parte de su vida en un seminario y fuera de Ferreñafe) es
que todos se espantan y hacen escarnio de los están dispuestos a amar a un
hombre con buen cuerpo y con buenas ideas, pero aquellos son los que
probablemente satisfacen sus placeres mundanos después de unos tragos, en las
cantinas de mala muerte donde toman chicha de jora y luego terminan matándose,
terminan en una pobre relación efímera que luego quieren olvidar porque son
hombres, machos o simplemente un grupo de cojonudos que no conocen lo complejo
de la sexualidad humana. Esa sociedad, la de la doble fe, la de la doble cara,
es la ciudad en la que he vivido y en la no he tolerado vivir porque yo he
elegido toda la mierda que se pueda, toda la mierda de la humidad junta, pero
lo que no elegiría en ninguno de los casos es mostrar al mundo, a los
trogloditas, algo que no soy o algo que no me gusta o no me interesa ser. Siempre
es mejor decir, soy un perro cabrón y no me interesa la muerte de los demás, ni
las ideas de los demás , todo me da igual, porque el dormir siempre es más
importante que muerte y que las ideas de las personas que no han estudiado o
que no han debatido o que simplemente escupen reflexiones después de ver
retazos de realidades en la televisión, o reflexiones de tipos borrachos en
cantinas o en prostíbulos que son los genios de nuestra época; prefiero decir “me parece natural que la gente se nuera o
se mate” a decir sentido pésame,
cuando lo único que siento son las ganas de tirarme a la cama a dormir o acostarme
con algún tipo agradable y olvidarme de todo, porque la gente ya está bastante grande
como para que enfrente sus problemas o si no ya lo dejo claro el genio Darwin “En este mundo solo sobrevive el más fuerte”
(La selección natural) Mandemos al
carajo a la caridad, ese es un trabajo para Dios y nuestra imperfección nos
recuerda que esa no es nuestra condición, al menos no la de ustedes.
Manuel me ha acompañado en estos
momentos de confusión, él estuvo cuando mi abuela murió y cuando caí en una
gran depresión que pudo consumir mi vida. Él es mi mejor amigo, mi hermano, mi
padre, hemos hablado sobre él, sobre mí, sobre el grupo, hemos razonado (o
probablemente se aburría escuchándome hablar cojudeces) y me ha invitado a
jugar Ageo of Empires, en su máquina. Ese juego de estrategia al que fui adicto
durante mucho tiempo.
Por aquellos momentos de juegos,
de idas y venidas a su casa, el procuró besarme, me regaló generosamente
algunos placeres mientras jugaba y yo me hacía el loco frente a la computadora.
Y nunca supe que pensó el Buen Manuel sobré mí, pero yo simplemente trataba de no pensar, Manuel
era mi amigo, me agradaba amigo y sólo eso, para la amistad y la sexualidad ya
sabemos que Tomas es el genio que siempre estuve buscando; recordemos o
entendamos que a los hermanos o a las
personas que aprecio como hermanos o amigos no puedo poseerlos sexualmente (porque
no me agradan físicamente o porque son demasiado buenos como para prostituir lo
ganado en mucho tiempo). Rechace la propuesta, me iba y pensaba en el modo de decirle
¡Basta somos amigos! Somos amigos y es lo que quiero hasta que tú mueras o yo
lo haga. Pero nunca tuve el valor de hacerlo, siempre he sido cobarde o torpe
para detener una relación cuando no la deseo. Y las cosas continuaron un tiempo
más.
Ahora puedo elegir
meticulosamente con quien me acuesto y con quien no, y todo resulta sencillo porque no me interesa
estar con nadie, ni acostarme con nadie. Nunca hay nadie interesante y cuando
aparece me mandan al carajo de un modo sutil o simplemente con la indiferencia:
En cualquiera de los casos lo tolero, siempre es mejor lo primero a estar ilusionándome
con cojudeces.
La vida con Manuel siempre ha
sido buena, somos amigos, nos comunicamos de rato en rato. Él no puede aparecer
en ningún lado porque en el Perú a las personas se les acusa de algo y la única
posibilidad que queda es largarse de un país de mierda que espanta a los
mejores amigos.
Manuel es uno de los mejores
amigos y hombres en mi vida, sé que estará cuando lo necesite y nunca me dirá: “Hoy
no tengo tiempo para ti” Él es uno de los que forma ese espíritu que me
recuerda que si Tomás me manda al carajo, aún quedan razones para ser
presidente, gobernar y al final cuando ya no quede ninguno de los oportunistas,
podré ir a tomar con él (pero nada sexual) y recordar que todo tiempo pasado
fue mejor.
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