sábado, 13 de septiembre de 2014

El gordito sin talento


Por eso, hay que repetirlo sin tregua hasta convencer de ello a las nuevas generaciones: la ficción es más que un entretenimiento, más que un ejercicio intelectual que aguza la sensibilidad y despierta el espíritu crítico. Es una necesidad imprescindible para que la civilización siga existiendo, renovándose y conservando en nosotros lo mejor de lo humano. Para que no retrocedamos a la barbarie de la incomunicación y la vida no se reduzca al pragmatismo de los especialistas que ven las cosas en profundidad pero ignoran lo que las rodea, precede y continúa. Para que no pasemos de servirnos de las máquinas que inventamos a ser sus sirvientes y esclavos. Y porque un mundo sin literatura sería un mundo sin deseos ni ideales ni desacatos, un mundo de autómatas privados de lo que hace que el ser humano sea de veras humano: la capacidad de salir de sí mismo y mudarse en otro, en otros, modelados con la arcilla de nuestros sueños. (MVLL)

Hoy es de aquellos días en los que me siento furioso, en los que recuerdo los días de colegio y odio; y gasto el tiempo y la poca energía de mis huesos recordando eventos innecesarios, me gasto la vida insultando, maldiciendo, recordando que si bien ahora no soy el protagonista principal en este país de mierda y estupideces, tengo todas las capacidades y habilidades para ser el mejor. Reniego por mi dejadez. Me odio. Quiero retroceder el tiempo, actuar y convertirme en un dios, en lo que merezco ser y en lo único que puedo ser.
Hace aproximadamente dos años mi vida cambio, tuve que eliminar el temor a las relaciones humanas, tuve que olvidar al chico introvertido que ocupaba los primeros puestos en el colegio y la universidad para convertirme en aquello que el mundo exige ser: Tuve que aprender a sonreír cuando sólo quería mostrar la cara de ogro, tuve que mostrar cordura cuando solo tenía ganas de desvariar, tuve que amar cuando solo me apetecía odiar y tuve que adoptar muchas otras actitudes y tuve que actuar persistentemente  hasta hoy.
Hace aproximadamente  dos años conocí a Morgana; hace poco más de un año, a mi buen amigo Xavier y como quien no quiere la cosa, conocí también al gordito sin talento, un gordito al que he decidido odiar gratuitamente, con persistencia, con la misma persistencia que me ayuda a actuar día a día, la misma persistencia que quiero conservar para drogarme y no morir. Es un odio gratuito y no tanto, es gratuito porque es vano, insano, torpe desde cualquier ángulo; no lo es tanto porque él ha propiciado que la humanidad lo odie, su presencia, palabras, actos y aroma provocan repugnancia, son asquerosos y crueles, como los olores corporales en el transporte público, como una patada en los testículos. Recordarlo me despierta y quita el sueño y me recuerda que si bien él no tiene talento es un exquisito chupamedias y yo sólo un haragán con el talento de odiar gratuitamente y no tanto.

Las primeras noticias que recibí de él fueron de Morgana, eran mensajes amargos, era una lucha sin parar, una guerra política, donde él propiciaba ser el mejor y robaba los créditos de otros y buscaba errores ajenos  para demostrar que él era brillante y el resto, pedazos de caca. Por aquel entonces aún me comportaba de un modo estúpido, igual que ahora, pero en aquel entonces era mi verdadera personalidad, y asentía las órdenes y las solicitudes tontas/torpes de quienes en teoría deberían ser una especie de genios especialistas en el trabajo que desempeñaban pero que en esencia eran bichos, las garrapatas de un perro y en el mejor de los casos individuos con el talento de levantar el culo y preguntar "como va este tema". Sabía que no eran genios pero no tenía otras opciones, después de todo mis acciones sólo me habían llevado a un país de gente con habilidades intelectuales paupérrimas. Comprendí en aquel entonces que, si bien, yo había nacido para ser dios, en aquel lugar solo era una cucaracha más. Mi talento y todo que leí en los momentos de ocio no servían en aquel lugar donde la gente desarrollaba cierto talento para acrecentar la estupidez, talento envidiable sólo entre ellos. Era un mundo desconocido para mi y probablemente aquel lugar haya sido el inicio de mi pérdida de talento y de mi torpeza actual. Probablemente he sido condenado por la divina providencia para estudiar y vivir en el lugar equivocados o lo que resulta mejor a la luz de la razón: cosecho lo que he sembrado.
Durante año y medio tuve una visión lejana de aquel gordito. Sabía que tenía un parecido a kiko (un personaje cómico, infinitamente superior, claro está), sabía que trataba de sabotear toda propuesta de Morgana o Xavier, en los talleres de talento. Y recuerdo los días anteriores a los talleres con mucho entusiasmo porque nos desvelamos en buscar sustentos a los fracasos y falta de gestión evidente. Conocí el estrés. Supe también, por Morgana, que aquel gordito sentía cierto deseo sexual por alguna de sus colaboradoras. Por aquel entonces no estaba seguro de lo que ahora confieso: No sabía si debía odiarlo, después de todo Morgana no hacía alusión a la sabiduría y talento de su nombre, por aquel entonces.
Lo conocí mejor meses más tarde, cuando por motivos de expansión, aquel país en el que me encontraba decidió optimizar el espacio. Para ese entonces había comprendido mejor algunos aspectos del funcionamiento del negocio en el que me encontraba y en algunas varias ocasiones  me delegaron la facultad de tomar decisiones. Estuve feliz, sentía que era lo mío, me sentí vivo y me redescubrí. Fue en dicho escenario en el aquel gordito, de caminar afeminado y alienado, con hablar pausado/cojudo, e ínfima capacidad para la redacción decidió tildarme de "incapaz", acto canallesco que despertó al animal que dormía tranquilamente desde los años de colegio y universidad, en los que devoraba a otros gordos cuyo único talento era la falta del mismo; y a profesores con ánimos de ser reverenciados. Esta por demas decir que yo no he nacido para reverenciar ni admirar nadie, todos los genios que admiro están muertos y no tengo ánimos de imitar a ninguna personalidad esperpéntica que habita en ese país. Tuve que responder, tuve que evidenciar que aquel gordito de caminar afeminado no tiene talento y que es infinitamente inferior a mi, por lo menos en la narrativa, y si había elegido destruirme por medio de ella, entonces aquella era una decisión estúpida, tan estúpida como sus palabras, como los razonamientos con los que pretende que lo consideren  genio. Desde aquel entonces odio al gordito de los cachetes inflados, del caminar afeminado, de la falta de talento para la narrativa (he sido testigo de que cuando trata de perfeccionar su prosa, escupe un tejido de ideas inconsistentes, gordas, con sabor pedo) y busco constantemente el momento de disparar, directo al corazón, y  aunque no debería manchar mi divinidad con tan poca personalidad siento que el país será un lugar mejor para vivir cuando la humanidad deje de escuchar su voz y los razonamientos cojudos que emana aquel aroma putrefacto.
No se piense que soy un individuo con mucho talento, en definitiva no es verdad y lo tengo claro. Mi nombre es Cristiano Camaleón, un aspirante a escritor, presidente, genio y dios;  que yace en la azotea de una casa abandonada, digo aspirante porque no tengo el talento para ninguno de los oficios a los que aspiro y como creo en la predestinación no me atrevo a forzar las circunstancias, no quiero parecerme a ninguno de los gordos a los  que he criticado, quiero salvaguardar el poco honor que conservo y evito descender a ese nivel. Lo único que deseo es ser consecuente con mis ideales, decir lo que pienso y respetar las jerarquías, aunque sean mal merecidas, y estoy dispuesto a respetalas mientras viva en aquel país en el que ha tocado vivir por falta de méritos, talento y otras habilidades más. Se que me tocará todo tipo de superiores, quizá alguna calabaza, que por  vieja y como reconocimiento al haber soportado años de maltratos ha sido colocada en un cargo que no le corresponde; quizá una que simpatice con los más poderosos y cuyo único talento sea el ponerse un par de zapatos con taco 10 para levantar el culo. Es sabido en que ese país la sabiduría y el talento no son premiados, sólo se premia a quienes están dispuestos a agachar la cabeza y seguir y aprender las estupideces que predican los llamados gobernantes, esos cacasenos que confunden los temas con los asuntos, aquellos que  transmiten la estupidez de generación en generación.

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