León Tolstoi no se equivocó cuando propuso que todo lo escrito,
producto de la exploración de la sociedad, es solamente “La comedia humana”
UNO:
Jabo nació hace doce años, en una
de las aulas del colegio “Santa Lucía” de Ferreñafe. Yo acababa de empezar
primero de secundaria y tuve el buen gusto de formar parte de un grupo de
escritores de cuentos. El grupo era dirigido por el profesor Beder Bocanegra,
un excelente profesor de Lengua y Literatura,
quien nos reunía todos los sábados por la mañana. Yo y mi compañera
escribíamos “La chacra de Laquipampa”.
Por supuesto que Jabo no siempre fue Jabo, a esa edad ya tenía la mala costumbre de colocarles
nombres y apellidos reales a mis personajes. Jabo al comienzo se llamó Javier
Bocanegra y así se llamó durante toda la redacción. Casi a finales del año
cuando se publicó el libro de cuentos “Aprender Escribiendo”, me leí por
primera vez y descubrí que Javier Bocanegra se había transformado en Jabo; y
las palabras de Beder aún deambulan por mi mente: “Es mejor no hacer
referencias exactas de personas en lo que se escribe”. El libro de cuentos está
guardado en algún lugar, en Ferreñafe; y el profesor Beder es catedrático de la UNPRG, y forma parte de
mafia que quiere permanecer en el poder político de dicha universidad.
DOS:
Mi nombre es Jabo y estudio en la
universidad de los que quieren salir adelante. Estudio allí desde el tercer
ciclo, estudio ingeniería de sistemas y aunque no me interesa ser ingeniero y
no quiero salir adelante, si quiero terminar la carrera para que mi abuela vea
cumplido su sueño, el de que todos sus
hijos y nietos sean ingenieros. Este es quizá el sacrificio más grande que haré
en mi vida y mientras dura el camino tendré en buen gusto de observar el comportamiento
de mis compañeros y profesores, y aunque está demás decirlo, tienen una vida
digna de ser contada, llevan una vida cómica, una excelente comedia, una
comedia gratuita de la que inconscientemente forman parte y de la que nunca
serán conscientes.
TRES:
Los primeros días en la
universidad fueron como los días del colegio, yo era un tipo bastante cojudo al
que le gustaba hacer las tareas y sacaba buenas notas. Fue quizá el mejor ciclo
de todos. Recuerdo que ese año formé grupo de trabajos con personas tan o más
cojudas que yo, sólo que ellos eran cojudos conocidos y yo no. Yo no conocía a
nadie y siendo sincero no me interesaba conocer a nadie. Por aquel tiempo ya
sabía que era un hombre al que le gustaban los hombres y también descubrí que
en mi facultad o en mi salón no había ningún hombre con el que fuese placentero
salir o aunque sea platicar, digamos que visto desde un ángulo sexual, el
tercer ciclo fue ciclo académicamente bueno y sexualmente repugnante, ¡Que fea
era la gente con la que me tocó estudiar ¡ Pero por aquella época, aún creía
que Dios se tomaba cierto tiempo para ayudarme a ser feliz – y quizá así lo fue
– y fue en aquel confuso momento de estupidez en el que conocí a Cristhian. Lo conocí,
lo saludé, era joven, interesante, mirada y sonrisa agradables; porque seamos
honestos, él era Cristhian y me gustaba. Nunca estudió conmigo y cuando nos
tocó llevar cursos juntos, no la pasamos bien. Luego escribí, él me quiso
romper la cara y ahora, sospecho, somos poco menos que compañeros. A pesar de
todo Cristhian me cae bien, es un tipo chévere. Sus amigos bromean: “Le apesta
la poronga”, “Es un cerdo”. Yo no bromeo y ahora que ha pasado algo de tiempo pienso que sería
bueno que el joven de mirada y sonrisa interesantes, y al que le apesta la
poronga y al que sus amigos califican como cerdo, sea mi amigo. Y sería bueno
volverlo a saludar como aquella primera vez en la que me gustó el calor de sus
manos.
CUATRO:
En ese ciclo tuve amigos, pero no
recuerdo a ninguno. Lo que recuerdo es que el último día de clases un tipo con
cuerpo de hipopótamo se me acercó y pidió
mi correo electrónico y me propuso que el próximo ciclo nos matriculásemos en
el mismo salón. Yo no recordé nada de lo que me dijo, pero es probable que en ese
momento haya pensado: “Es amigo de Cristhian y sería bueno que también sea mi
amigo”. Ese tipo con cuerpo de hipopótamo que se me acercó aquella mañana, la
de último día de clases es “El buen Juancho”, uno de mis mejores amigos. Soy pésimo
para demostrar afecto, ya sabemos que los libros no se dedican a ese tipo de
cosas banales, pero lo importante es que él sepa que es gran amigo y si bien
nunca estoy y nunca estaré cuando me necesite, siempre será una persona
importante en mi vida y sé que cuando esté sólo y necesite una gran barriga que
sostenga mi cabeza caída, siempre estaré él.
CINCO:
Percy bravo, es un profesor. Es un
tipo petizo, no tomo como referencia mi estatura sino la de mi hermano, y desde la perspectiva de mi hermano debe ser
un tipo cojudo; pero yo pienso que es tipo genial. Es un tipo que sabe mucho y
sabe cómo llegar a los cerebros atolondrados de mis compañeros. Lo más
interesante de Percy es la muletilla que usa para terminar sus razonamientos: “Caótico
¿No?”. Percy, la vida humana es caótica, ya lo dijeron nuestros antepasados “el
ser humano es malo por naturaleza”. Percy me cae bien, es un petizo inteligente
y con estilo, la muletilla cae bien y permite que algunos cerebros atrofiados
tengan cierta admiración, su estilo se compara con el genial y excitante
tartamudeo de PPK al hablar. Quisiera proponerle al profesor de Auditoría de
Sistemas, que me permita formar parte del grupo de investigación del que habló
la otra vez en clases porque tengo cierta habilidad para ello, al menos eso me
han hecho creer algunos amigos sacerdotes, pero se lo propondré después de la
siesta, al menos que el espíritu santo venga con la noticia antes del amanecer.
SEIS:
Johnson, y este es el nombre de
un shampoo, y debería ser sólo eso, pero ¡No! La naturaleza y algunas
personalidades en alguna parte del Perú se encargaron de ponerle nombre de shampoo al profesor de base de datos, el profesor más aburrido que la historia
del Filósofo de los Ingenios ha podido conocer. Nadie puede negar que el
profesor con nombre de shampoo es sumamente inteligente y preparado y tiene
doctorados y otras cosas que los humanos aspiran para “ser mejores”, pero ¿De
qué sirve saber mucho? En las clases de Johnson no aprendí un carajo sobre
nada, esas clases eran como aquellos días en los que peruanos inteligentes se
dan cuenta que lo más razonablemente inteligente es dejar de ser peruanos y
deciden largarse del país. En aquellas
clases la mejor idea era salir corriendo de aquel salón putrefacto, de aquel
salón dominado por una inteligencia superior que debía ser cualquier cosa menos
docente en una universidad.
SIETE:
Lo conocí en uno de esos lugares
en los que venden comida, a donde iba a comer los días que tenía clases antes y
después del almuerzo, ahora lo he bautizado como el rey de los judíos. Aquel día
fuimos a comer con el buen Juancho y el rey se sentó a mi derecha y me cayó
bien. Después de publicar súper Huascal, el rey de los judíos, el mesías, se
propuso odiarme a muerte, desde aquel día se ha encargado de cultivar un odio
enormemente gratuito. Yo no odio a nadie, porque nadie es lo suficientemente
interesante como para ser odiado, pienso que es mejor tirarse a dormir. Y como
sé que el rey de los judíos siempre está dispuesto a dar lucha cuando ve mi
nombre o mis comentarios, sólo me dedico a disfrutar. Gracias señor mesías por
los días de felicidad, quiero que sepa que al final de cada discusión digo: “Que
buen tipo” y me olvido de todo. Sería bueno que me conozcas y descubras que no
necesariamente los tipos que dicen ser bichos raros lo son, pero pienso también
que es mejor que nos relajemos con aquellas discusiones primitivas, es mejor
así, es un buen modo de apreciar a las personas.
OCHO:
No puedo olvidarme del amigo de
la mirada puteril, que por supuesto sabe que es el amigo de la mirada puteril. Lo
conocí en las clases de ingeniería empresarial, con el profesor que sabe ser
profesor. No recuerdo su nombre, lo que único que recuerdo son sus clases y
todo lo que aprendí en ellas, porque seamos honestos nuevamente, un buen
profesor es aquel que te enseña lo que tiene que enseñarte aunque no quieras
aprender un carajo sobre nada. Ese día te conocí y me caíste mal, sentí la
estupidez de mis antepasados poseyéndome y odiándote, y no te odiaba porque eras
tú sino porque tus amigos eran algo o bastante o increíblemente repugnantes y eso te hacía igual o más
repugnante que ellos. Después te vi muchas veces, nunca te presté atención pero
recuerdo claramente que tú siempre intentaste ser mi amigo. Lo conseguiste,
ahora me gustas un poco más que como amigo y no creo que ello te cause la misma
gracia que me causa ahora que escribo sin saber que escribo. Renato, el amigo
de la mirada puteril, espero que seamos buenos amigos. Pero a veces prefiero
que la historia sea aún más interesante, quisiera que la historia sea la
historia de “La niña y el amigo de la mirada puteril”. Tú me llamas niña y no
me siento niña y no quiero ser niña pero siento que ese es un modo peculiar de
demostrar afecto.
NUEVE:
Está claro que en mi faculta sólo
estudia gente fea a la que de algún modo he aprendido a querer, pero también los
docentes o catedráticos o seres que aburren o seres que son agradablemente
interesantes, son tan o un poco más feos que mis compañeros. O dicho de otro
modo, no me acostaría con ninguno de ellos, pero sospecho – o al menos eso nos
contó el buen Juancho – que entre ellos si se tienen cierto afecto sexual. Es preciso
recordar en este instante de la historia: Que mi mundo, el mundo, está dividido
en dos partes, como en la isla del gallo, el mundo se divide en la gente con la
que me quiero acostar y en la gente con la que nunca me acostaría. Y recuerdo
al buen Juancho y recuerdo al profesor de investigación de operaciones y
recuerdo aquella mañana en la que me contaron que vieron al profesor
investigando o haciendo operaciones en el aparato genital de un colega,
excitado, en el cafetín, me gustaría hacer ese tipo de operaciones o
investigaciones pero con ninguno de aquellos seres que mi buen amigo Juan, el
que pronto será papá, calificaría como gente fea y que baila feo.
DIEZ:
Existen infinidad de profesores –
y ya me aburrí o ya no tengo ideas para seguir escribiendo sobre ellos – pero haré
un recuento rápido de lo interesante: Tito, con él se puede tomar, bailar,
presentarle alguna buena chica y aprobar los cursos; eso me han contado pero yo quiero pensar que Tito es un tipo
agradable, al menos a mí me cae bien y prefiero estudiar a presentarle alguna
chica que se quiera acostar con él. Yo no podría seguir ese ritmo, yo soy pésimo
para las relaciones sociales, para mí es más fácil estudiar y luego tirarme a
dormir. Iván, ese gordito vive en otra época, la edad media, pero hace un buen
trabajo. En algún momento he pensado en malograrle el día con comentarios o
palabras atropelladas, pero he decidido no hacerlo porque después de todo me
cae bien. Digo, el mundo necesita gente de todas las épocas, eso hace del mundo
un lugar más interesante. También existen infinidad de compañeros que recuerdo
ahora, en este momento de aburrimiento. Erick, el charlatán, el que todo lo
puede, el que todo lo hace, el que se acuesta con mi buen amigo, el que raja de
todos, el que camina por los pasillos conmigo todos los martes después de las
ocho y media. Él es Erick y sería bueno que siga siendo él. Hay algunos tipos a
los que muchos odian por ejemplo: Feliciano y José y otros más. La razón del
odio es compleja, es interesante, pero hoy no es el momento de hacer el
estudio.
ONCE:
No quiero olvidarme de César. Pienso
que será un buen aliado el día que postule a presidencia. Le agradezco que
alguna vez haya impreso alguno de mis escritos y se lo haya presentado a su
hermano, al menos eso me contaron. Sé que César es un tipo genial y cojudo,
quizá tanto como yo, y siendo genial y
tan cojudo como yo sería bueno que me acompañara en la campaña y sería
doblemente genial que me presente a Marco Antonio, al que nunca llegué a conocer,
con el que hablé un par de veces, e innumerables veces, pero al que recuerdo
con entusiasmo porque se encargó de contarle a Mr. J que yo era un promiscuo de campeonato. En realidad
lo soy y pienso que todos los hombres lo somos,
y pienso que sería bueno agradecer ese buen gesto, porque ya sabemos que
soy pésimo para decir: Ya no quiero acostarme contigo.
DOCE:
Quiero terminar. Y como sé que no
podré acostarme con tipo de la mirada puteril y como sé que hay un tipo que
puede ser mío (y que según me han engañado, apellida mío). Un tipo con poco carácter, al que acabo de conocer, que expone
en vos baja. Pienso que sería bueno terminar de escribir pensado que mío será
mío en algún momento, porque siempre es bueno terminar pensando que las cosas son nuestras y de nadie más.
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