Pienso más rápido de lo que hablo o escribo, por eso cuando trato de decir o escribir lo que pienso me sale un mamarracho, vomito una serie de palabras ininteligibles o dibujo una serie de palabras sin sentido. En estos casos, lo mejor es quedarse callado y alejarse de la computadora.
Siempre admiramos lo que no somos o lo que no podemos ser |
Esta roja, es una ciruela; esta
verde, una uva y esta otra, morada, otro tipo de uva. Te das cuenta que vivimos
en un mundo multicolor. Entiende, desde ahora, aunque aún no sepas hablar, que
en el mundo existen tantas frutas y tantos colores, como personas, metas y
estilos de vida (acordes con cada meta). Hay vidas al azahar, en el vacío, en algún
lugar que nadie visita o nadie recuerda, tiradas, como aquellos lapiceros que
encontraste mientras auscultabas cada centímetro de los cajones que no abro
hace años. Sé que no lo recordarás, pero quiero contarte la historia de los
tres: Este, de madera y grabado con palabras cursis me lo regaló mi primera
enamora (a la que mi padre bautizó como La
gorila), me cuesta creer que aún lo conserve y ese milagro se debe a que
nunca boto la basura. Este otro, me lo regaló la futura primera dama, es un
búho, lo ves. Supongo que amo a los búhos y sería bueno que los conozcas y en
especial éste, que es un búho de Puno (Donde todos los habitantes son
igualitos, como clones). Este último, lo conservo porque es un lapicero de
cartón, amigable con el ambiente. Recuerda
que sea lo que sea que elijas ser, siempre tendrás mi ayuda, recuerda también
que lo importante es elegir y luego ser y hacer: Elige que lapicero quieres
destruir, supongo que estas en esa edad, la de las destrucciones, supongo que aún somos niños y a esta edad cualquiera se comporta como peruano.
¡No me toques por favor! Ya
no somos jóvenes, ya no tengo quince años y tú ya no tienes veintidós. Ya no
quiero o no tengo ganas de besarte, ni de molestarte toda la noche. No quiero o
no tengo ganas de cargarte hasta la cama, besarte y hacerte el amor hasta el
cansancio, como cuando adolecentes. ¡No
me toques por favor! Ya no me excito con los juegos sexuales, ya no son
importantes los genitales; ahora disfruto observando a personas que me parecen
agradables, a los tipos delincuenciales (aquellos que sólo sirven para el sexo
y para acompañarte cuando todos tus amigos se van). A ellos los observo
minuciosamente, observo como ríen, el tono peculiar de sus voces y las
desconocidas y excitantes palabras que usan al
hablar. Admiro el tiempo que pierden arreglándose el pelo, para verse
mejor; también las groserías y el arte con el lucen la entrepierna, pero ya no
lo sexual ¡Detente, no me toque por
favor! ¿Y si nos acostamos a mirar el techo? ¿Y si conversamos? Te puedo
contar que le pagué al esposo de una de tus hermanas para acostarme con él,
puedo contarte sobre las aventuras que tuve mientras éramos pareja, te puedo
contar muchas cosas que te harán morir de rabia y celos (Tú y yo conocemos ese
impulso animal, el de no tolerar la idea de vernos haciendo con otro, lo que
hacíamos en esa cama, donde dopaste a tu amigo, donde muchas veces te dope
¡Ambos lo entendemos!). Puedes contarme sobre tu vida sexual anterior, con tus
primos, con el chiquillo que me gustaba (era rico ese cuerpo delgadito, aún lo
recuerdo), antes de que nuestro padre nos presente como hermanos ¿Y si mejor
hablamos del presente? Mejor no te me
acerques, porque hace mucho calor y te
voy a mandar a la mierda. (¿mierda? ¿Dónde y cuándo aprendí esa palabra?)
Mejor enseñémosle las cosas que no nos enseñaron de pequeños, y si no quieres
ayudarme igual le enseñaré a ser mejor que tú y yo. Entiende que cuando me alejaron de la ciudad en donde
nací, murieron muchas cosas, entre ellas la habilidad y el ímpetu que
descubriste en tu cama ¡Tú mano está
caliente! ¡Vete!
Cuando mi madre descubra que has
quebrado el contenedor de pimienta se va a molestar mucho ¡Ten cuidado, que no vaya a quebrar nada!, me dijo. No se molestará
tanto como mi hermano, cuando quebraste el contendor del azúcar y te gritó y
trató de pegarte, pero se molestará un poco más que yo, cuando rompiste un
vaso. Es normal que las cosas se corrompan y se rompan, es normal que una niña
quiebre cosas. Perdóname madre, ya estoy
viejo, ya no camino tan rápido como lo hacía de adolescente. Mi sobrina es
más rápida, más activa y si quieres que sea disciplinada tienes que enseñárselo
tú, en la universidad no han preparado para ello. Recuerda que debes hacerlo
cuando antes. ¿Y qué vas a pensar cuando leas la novela que escribiré, sobre tu
vida y la vida antes de tu vida? ¿Estarás preparada querida sobrina? No te
preocupes, yo me encargaré de enseñarte a saber sobrellevar las cosas, a
olvidarte de ellas, que es lo mejor. Recuerda que las cosas no son más
importantes que las personas, el dormir ni mucho menos que el leer y escribir.
¿Dónde lo aprendí? Eso no te lo enseñan en la universidad, eso lo inventé yo, y
si alguien más lo hizo, no lo supe y no me interesa saberlo. Me quedaré con los
créditos.
¡No me llames! Eres la persona
más agradable, hermosa e inteligente que conozco; pero, no quiero que me
llames, no quiero hablar contigo, ni con nadie. Cuando estoy de mal humor o
cuando quiero estar sólo no distingo entre amigos, enemigos o fantasmas. En
dichos casos mis decisiones tienen carácter imperativo, no hay excepciones. Ten
en cuenta que si estoy feliz es porque estás viva y porque no me llamas. Es
mejor tenerte lejos y hablar después de mucho tiempo, por el celular, sobre el acoso de los seminaristas. Ya sabemos que sean sacerdotes o no, a los
hombres les siguen excitando las mujeres bellas, las cantantes. A los hombres y
a mí, les gustan las chicas del coro.
Gracias por cederme el asiento,
aún tengo fuerzas para cargarla, pero igual gracias. Me gusta tu sonrisa, se
nota que de joven has ido al gimnasio. Gracias por enseñarme que nacer en una
tribu no es una desgracia, sino una oportunidad para ser inmortal. Lo que no
sabes es que yo tengo una regla: No le cedo el asiento a ninguna persona con
bebé, porque, cada persona es responsable de sus actos y no debe esperar de la
caridad de los demás, porque ¿Qué le puede enseñar una persona que vive de la
caridad, a sus hijos? ¿Qué futuro le espera al Perú con gente formada con esas
ideas que conducen al fracaso y a la casa de Humala? Pero a partir de hoy haré
excepciones a la regla: Cederé el asiento a quienes lo necesiten. Lo anterior
no significa que no sea consecuente, sino que últimamente paro sentado la
mayor parte del día y sería bueno estar en pie algunos minutos.
¡No me molestes! Aprende a ser
autodidacta. Recuerda que las personas sólo te dicen o explican lo que quieren
que aprendas y no es bueno dejar que otros moldeen nuestros pensamientos. Lo
importante es que sepas y aprendas a no depender de los demás, porque las personas
se mueren o se van. ¡Basta! No más preguntas, estoy cansado. Ten en cuenta que paro
toda la semana sentado frente a una máquina y este fin de semana quiero hacer
algo distinto, quiero relajarme: Me tiraré a la cama y estaré ocupado,
durmiendo ¡No me molestes, por favor! ¡No me llames!
¿Has notado que hay muchas
personas que necesitan ayuda académica? He pensado en formar un grupo de
estudios, para ayudar a las personas, para enseñarles a ayudarse solas; pero,
sabes que soy un haragán, es verdad que tengo algunas pocas virtudes, lo sé,
pero por sobre todas las cosas nada me sale mejor ni nada me gusta más que el
dormir. Entonces, pienso que sería buena idea que me des a cargo algunos cursos
que dictar, en tu academia, los sábados, para no sentirme tan inútil. Sé que
abandoné el dictado de un modo brusco y que luego rechacé la propuesta, pero
ahora es distinto: Siento la necesidad de compartir y decir lo que pienso,
antes de morir.
¿Señora Martha? Supongo que debo reírme. No seas torpe, Martha
Hildebrant no se tomaría el trabajo de crear una página en una red social, para
su libro. La página la creé yo, y no me llamo Martha, no tengo nombre y los
humanos me conocen como un loco, haragán y como futuro presidente del Perú. Y si Martha
leyese lo que acabas de escribir y viese los errores, que son comunes entre los
peruanos, y supiese que estudiaste en una universidad, te hubiese dicho: “No seas borrico” Ya sabemos que la
universidad fortalece la estupidez ¿Haz visto cuanto he involucionado desde que me obligaron a estudiar?
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