lunes, 23 de enero de 2012

El rapero de la sonrisa agradable


Camino distraído, pensando en algunas historias, en las palabras de mi padre, en lo irritante que suelen ser las llamadas al celular, en mi hermano que pronto regresará, en la última relación sexual, en la estrategia para ser inmortal; mi cabeza es un volcán en erupción, las ideas surgen de alguna parte de la que no soy consciente, de mis intestinos, de mis huesos, de la bilis. Camino solo por alguna calle desolada, en la berma central de una avenida, es casi media noche. Me acompañan en esta travesía, algunas personas y sus mascotas, algunos carros que pasan disfrutando de la soledad, de la niebla y del silencio de la noche, unos carros sin conductor, unos conductores con sus parejas. Camino solo, distraído y me siento feliz.
Algunos caminos se acaban, otros caminos comienzan. La noche, la neblina y el silencio se vuelven prominentes, el mundo es casi perfecto. Me encuentro caminando con el mundo, y el mundo soy yo y nadie más. Las calles lucen vacías, los vendedores ambulantes ya no están, las pocas tiendas que existen están cerradas, me he alejado más o menos cinco cuadras de mi casa. A lo lejos diviso, en una esquina, a un grupo de jóvenes con aspecto rapero, delincuencial; los observo dialogando, riéndose y disfrutando de la noche. Me siento un poco más ellos que yo y todo que lo me rodea. Pienso que ellos son los autores de un poco más de 1000 palabras y frases, pienso que ellos son los que no me traicionarán cuando postule a la presidencia, pienso que ellos son mejores amigos, pienso que si hay algo que aún queda por conocer es el mundo de ellos.
No me he percatado que hay tipo como de mi tamaño, un poco más delgado, con una gorra roja, una camisa manga larga a cuadros, un poco moreno, con un arete en la oreja izquierda y una sonrisa encantadora. Me doy cuenta a destiempo. Me saluda. Lo saludo y finjo una risa. El tipo me cae de la patada. Su saludo fue un saludo amical, de respeto, un saludo como aquellos que siempre se esperan y nunca se olvidan. Me detengo.
Hay que saber en qué momento detenerse, hay que saber en qué momento despertar, hay que tener todo claro aún en una noche solitaria y con niebla. En muchas ocasiones me he sentido tentado por otro estilo de vida, por un estilo más sincero. Detesto la corbata y el saco, detesto los buenos modales, detesto las normas, el protocolo. Amo hacer lo que mejor me plazca en el momento y lugar que a mi voluntad se le antoje. Amo las guerras, los libros, la literatura y en este momento amo a personas como quien me ha saludado. Uso un lenguaje vulgar, como el de mis compañeros de universidad, como el que escucho a diario en la calle. Me entiendo con el tipo de la esquina, nos caemos bien, reímos y pretendo ser menos yo y más ellos. Me siento bien.
Caminamos hacia un parque, pero está cerrado. Hay una ordenanza municipal que obliga a cerrar los parques en las noches. Los parques están enrejados para protegerlos de personas como mi acompañante de noche, mi amigo. Nos tiramos en la acera, los de vigilancia observan, sospecho que pronto llegará la camioneta del serenazgo. Algunas ancianitas observan por sus ventanas, escandalizadas, es probable que no tengan nada que hacer  en esa noche, ni en lo que les resta de vida. No me preocupo. Trato de relajarme y olvidarme del entorno. Converso y trato de aprehender ese estilo de vida, el lenguaje de los dioses. Observo a detalle, es un defecto inevitable.
La camioneta del serenazgo se pasea por la calle. Se acerca a la acera, me observan y no dicen nada, siguen el camino. Los lentes en mi rostro tienen cierto efecto. Mi rostro mismo produce un efecto, mi rostro es el rostro de medusa.
La situación se vuelve insostenible. Ya no puedo fingir más aquel lenguaje. Me resulta extraño, me hace sentir una sensación incómoda como aquella que se produce cuando alguien juega con nuestras tetillas. No puedo dejar de observar su risa, la rima de sus frases, no puedo evitar excitarme. Caminamos de regreso. Damos un giro de 360°. Llegamos al mismo punto, a la partida. Le prometo que cuando sea presidente, él y todos los de su especie, estarán conmigo y tendrán mi protección. El me hace un gesto de aprobación con las manos, me parece genial. No les miento, es una promesa que cumpliré, porque sé que cuento con ellos.
Camino de regreso, pienso en cosas desagradables, trato de eludir los pensamientos sexuales. Pienso que un amigo es más importante que cualquier otra cosa. Para acostarse con personas como aquel joven, el de las frases que riman y hacen juego con el arete, el movimiento de los labios y la posición de los dedos, sólo debemos demostrar que somos tan masculinos como ellos y que nos agradan las mujeres tanto o un como más que a ellos. Los varoniles se acuestan con los varoniles, los tímidos con los tímidos, los atléticos con los atléticos, los iguales con los iguales. Es así de sencillo el mundo que conozco. A quien le agradan más las mujeres, quien escupe más groserías, quien tiene carácter fuerte y carisma de rapero o delincuencial es el que sodomiza al otro. Pienso y me tropiezo con un perro. Pido disculpas  pero el perro no responde. Continúo.
Una camioneta de serenazgo se detiene y me pregunta si necesito ayuda. Pienso en la posibilidad de acostarme con quien va al volante, pero ya estoy demasiado cansado para estos juegos. Indico  que no la necesito, sonrío y continúo sin rumbo.

2 comentarios:

  1. Los varoniles se acuestan con los varoniles, los tímidos con los tímidos, los atléticos con los atléticos, los iguales con los iguales.

    no me olvidare esta frese... buen punto de vista me gusto leerlo haces muy buenos post

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    Respuestas
    1. Quisiera ser todo lo que no soy y ser feliz. Gracias por leerme.

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