A estas alturas podría, declararme ateo, rebelarme contra la iglesia católica, y diría que el cielo no existe en ningún lugar lejano a nosotros, que no es incorpóreo. Diría que el cielo, está aquí en la tierra, en tu cuerpo, en la sonrisa que me alegra la vida. El cielo y dios llevan tu nombre, cualquiera que diga lo contrario merece morir.
Nunca ha estado en mis planes pensar en otra persona que no sea yo. Tampoco he deseado escribir algún texto cursi, que hable del amor y de los sentimientos humanos. Siempre he dicho que es mejor la soledad a estar soportando las rabietas y caprichos del humano que se hace llamar nuestra pareja. En conclusión he defendido la postura de que siendo los animales superiores a los humanos, es mejor tener por compañía a los primeros que tolerar la imperfección y la estupidez de los segundos.
Desde hace algunos días, no recuerdo cuantos pues ya sabemos que soy pésimo para recordar fechas (no creo que ello aumente mi cociente intelectual), descubrí entre los contactos de una red social a una persona especial. Al comienzo fue complicado entablar una plática, los “holas” llegaban a destiempo y finalmente se me olvidaba el suceso, se perdía entre mi almohada y la cabeza de Garfield. Nunca he prestado particular importancia a los contactos de Facebook, que se supone son mis amigos, nadie es realmente interesante como para sacrificar las horas de sueño y prestarle cierta atención. En general todos se dedican a mostrar fotos ridículas, a escribir frases atropelladas por la estupidez o a joderle la vida a los demás (este es mi caso); pero finalmente nadie resultaba interesante, con excepción de algunos cuantos amigos que si valen la pena. De modo que mi cerebro no admitía más acepciones que las mencionadas. Las pláticas indeseadas (recordemos que yo provengo de un embarazo indeseado) las culmino con el espectacular “entiendo”, o simplemente diciendo que estoy en clases y que repudio lo impertinente del saludo.
Esta vez fue distinto. No recuerdo bien como llegaron las cerca de 500 líneas de plática. Lo único que recuerdo ahora es aquella sonrisa casi divina, su figura casi perfecta impregnada de inocencia y la extraordinaria capacidad que tiene para hacerme sentir bien. Desde aquel momento he notado que no hago otra cosa que no sea pensar y recordar todas sus cualidades. Trato de olvidar, pienso que finalmente yo no puedo ser la persona indicada (tengo miedo de morir en el intento), pero el recuerdo persiste y se rehúsa a morir. Paso los segundos observando el celular, a la espera de un mensaje. Trato de escribirle, pero no lo hago, no quiero saturar aquella cabeza angelical. Pienso que de haber sido yo ya hubiese odiado a quien prostituyese mi celular de ese modo canallesco. Me contengo, sólo pienso y espero y tengo miedo. Contengo las ganas de escribir y de llamar. Prefiero el silencio.
A lo largo de toda mi vida me he especializado en el arte de “cagarla”, de “cagarla bien”, de modo que lo único que sé hacer es eso, a través de la escritura, en ningún caso literatura. Tengo el don de destruir todo lo que toco, lo he comprobado a lo largo de toda mi infancia cuando malograba algunos repuestos en el taller de mi padre, o cuando destrozaba algunos objetos de valor de la habitación de mi abuelo, por citar algunos ejemplos. Las personas que me conocen y han tratado de acercárseme sabrán dar fe de que lo único que se consigue a mi lado son decepciones e ira.
Al parecer todas mis habilidades e historial apuntan a que yo probablemente esté condenado a la soledad, como lo he venido sosteniendo a lo largo de todos estos años. Pero ahora siento la necesidad de alguien, de alguien perfecto, que está cerca. De una persona a quien amo con toda el alma. Odio lo cursi pero no podría seguir odiando si la persona que amo no está a mi lado.
El único modo que tengo, por ahora, de decirte lo mucho que te amo es mediante la escritura. No soy poeta, no puedo escribir un poema, no me saldría bien. Soy pésimo para escribir cosas agradables, no estoy acostumbrado, pero pienso que lo importante es que sepas que te amo y que pienso en ti cada instante de mi vida. Me importa un carajo si destruyo todo lo logrado, ya no importa si debo amar a los humanos, o si debo hacer lo que ellos hacen para ganarme tu amor. Te amo y no hay palabras para manifestar el grado de este sentimiento. Te amo y lo repetiría a cada instante, pero tampoco quiero aburrirte. Te amo y no sabes cuánto.
Con esto no pretendo que me ames, tampoco quiero que lo digas, soy torpe para interpretar los sentimientos de las personas. Lo único que importa, como ya te lo dije, es que te sientas bien, no importa si es conmigo, o con alguien más, incluso si ese alguien fuese la nada, yo estaría dispuesto a garantizarte la felicidad. Quizá ahora empiezo a descubrir el amor, y es la primera vez que lo siento. Debería avanzar algunos trabajos, pero eso no importa si no sé cómo estás tú. Sin ti ya nada importa. No importa si soy presidente, tampoco importa si gano el nobel, mucho menos importa si la gente me recuerda o me olvida. Lo realmente importante eres tú.
A estas alturas podría, declararme ateo, rebelarme contra la iglesia católica, y diría que el cielo no existe en ningún lugar lejano a nosotros, que no es incorpóreo. Diría que el cielo, está aquí en la tierra, en tu cuerpo, en la sonrisa que me alegra la vida. El cielo y dios llevan tu nombre, cualquiera que diga lo contrario merece morir.
Finalmente, quisiera que sepas que no tengo cualidades para conquistar a nadie, que no sé bailar, que no sé actuar, que nunca llegaré a ser un gran actor, aunque decidas enseñarme. Que probablemente te decepciones cada día más de mí, pero te amo. Y si el destino conjura para que estemos juntos algún tiempo, sabemos que la vida humana es corta, ocuparé mi vida en acerté feliz, aún si tu felicidad signifique renunciar a mis sueños y a mi vida. Te amo.
El Amor es algo extraño amigo, a veces nos hace pasar malos momentos y nos volvemos masoquistas ante el inevitable hecho de dar Amor y a veces no ser correspondido. Si amas a alguien tienes que luchar por ese Amor. No dudes en llamarle y buscarle, hay que ser más obstinados y menos orgullosos, no esperemos a que nos llamen primero cuando quizá del otro lado están esperando lo mismo de ti. Hay que "amar hasta que duela"... Ama y sé feliz...
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