sábado, 26 de noviembre de 2011

Carta hacia el vacío


Uno aprende a amar, no cuando encuentre a la persona perfecta, sino cuando aprenda a creer en la perfección de una persona imperfecta. (Anónimo)
Aún recuerdo mi vida a los once años.  Recuerdo la soledad, las aves y a los amigos de mi tío. A esa edad se empieza a descubrir la sexualidad y debe suponerse que todo se dará de un modo natural, el problema es que nada en mi vida ha sido natural o normal o como pueda llamársele. Con el descubrimiento de la sexualidad llegaron algunos desconocidos que me enseñaron que existía la pornografía y que las horas de internet bien podían distribuirse, de acuerdo a los requerimientos hormonales, en investigaciones sobre temas de interés y la pornografía. Con el descubrimiento de la sexualidad también descubrí que había nacido en una familia y sociedad conservadoras; y que en una ciudad donde sólo se trabaja medio día, el resto del día sirve generalmente para pensar en lo sexual.
Yo siempre he sido una persona brillante en el colegio, no sé si inteligente, pero lograba satisfacer las expectativas de mis maestros y a cambio me colocaban buenas notas. Las buenas notas fueron algo común en mí, de modo que nunca recuerdo haber recibido felicitación alguna por ello, como tampoco por los diplomas (cartones) que recibía cada año, tampoco recibí felicitaciones cuando me entregaron la medalla de primer puesto en secundaria, ni en los cuatro primeros ciclos de la universidad, después mi vida cambió.  Mi familia era unida (vivíamos todos en la misma casa y almorzábamos juntos) pero cada uno se dedicaba a hacer sus cosas (lo que era bastante positivo). Yo me dedicaba a caminar por toda la casa mientras todos dormían – por las tarde – o subía al último de los pisos a delirar o simplemente me dedicaba a entablar interminables pláticas con alguna de las aves de la bodega o del corral. Las tardes cambiaron un poco a los once años,  las excitaciones eran frecuentes y me interesaba por los cambios corporales y al parecer no fui el único.
Algún amigo de mi tío empezó a interesarse por la casa, en las tardes,  y decidía jugar conmigo (juegos de mesa). Ya había visto suficientes videos y leído muchas historias sobre las diferentes facetas de la sexualidad humana, siempre he creído que la mayoría de experiencias no deben vivirse, sólo deben saber leerse. No fue necesario mucho tiempo para descubrir que el amigo de mi tío me miraba con ojos lujuriosos. No podría detallar que pasaba por mi mente en esos momentos pero forcé las circunstancias para que algunas de las cosas vistas en los videos ocurriesen. La otra parte no sospechaba que yo sólo fingía inocencia. Esta técnica me sirvió en varias ocasiones.
Ya a los once años me di cuenta que si bien me gustaban las mujeres (dos amigas del colegio, en especial) también estaba condenado a que me gustasen los hombres. El loco no nació bisexual, pero las circunstancias se encargaron de mostrarle dicho camino. A lo largo de toda su vida lo persiguieron algunos hombres que buscaban placer sexual con él.  
Si bien pienso que todo lo que me ha pasado, es el mejor de los casos; luego descubrí que era mejor la soledad. El problema es que desde aquel descubrimiento he tenido la  tentación de estar con pareja, unas dos o tres veces y han sido fracasos.
Tengo preferencia por dos tipos de personas. Las que son mayores que yo, quienes me agradan por su desarrollo corporal, este tipo de personas han sido predominantes en la adolescencia. Luego se descubre que estas personas si bien son físicamente agradables, intelectualmente están degradados. Te preguntas ¿Cómo se puede llegar con este nivel a esta edad? Luego vomitas, te decepcionas y buscas llegar al último piso de la casa. En la universidad descubrí que también tengo preferencia por las personas menores que yo.  Me agrada la inocencia de principios de la adolescencia. Entiendo que entre los once y dieciséis años las personas son inestables y todo es sólo ilusión; pero las mayores ilusiones me las han dado dos personas de dieciséis años.
He intentado darme algunas oportunidades pero mis padres se encargaron de enseñarme que la felicidad no existe. Me alejaron de la chica con la que debí casarme. Con los hombres el tema es bastante complicado. Los hombres son promiscuos por naturaleza (por el instinto de perpetuar la raza) y la situación se complica cuando en una relación intervienen dos hombres. De modo que cuando el problema no es estabilidad, lo es la personalidad (por naturaleza tengo una personalidad complicada). Digamos que después de todo lo más cercano a la felicidad lo he sentido acompañado de la soledad.
A esta edad ya no suelo ser tan tonto como para creer que el amor existe y debo esperar. Sin embargo, en la última semana he conocido a una persona agradable, física e intelectualmente, a quien estaría dispuesto a rendir tributo lo que reste de mi vida. Podría describir lo extraordinario de su físico y lo agradable de su personalidad, pero sé que todo es vano. La experiencia ya ha demostrado que todo debe terminar mal. Yo soy casi un adulto, llevo casi once años de vida sexual activa, ahora prefiero escribir y platicar. Ya tengo claro todo lo que quiero y lo que quiero que los demás piensen de mí, también. Sé que de mi parte (a pesar de haber dicho que soy promiscuo, lo que es algo que mi razón puede controlar) no habrá problema.  
Por el otro lado, el casi dios de quien creo poder enamorarme (lo que debido a mi historial, es malo) tiene dieciséis años. Aún no tiene capacidad para enamorarse y es probable que deba experimentar la promiscuidad antes de que pueda llegar a amar. El otro problema de esta parte es que tengo innumerables recuerdos acerca de mis dieciséis años que me aturden.
Hablar de estos temas siempre me deja sin mucho que decir. No tengo habilidades para la conquista, no sé decir cosas agradables, todas mis acciones (inconscientemente) van enfocadas a destruir los lazos de amistad. Cuando siento que me enamoro, como es este caso, siento que estoy perdido y siento que fracasaré. Sin embargo, quisiera darme una oportunidad. Tengo la sospecha que de ir bien, todo será genial.  

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