Me encuentro acostado en mi cama,
mi habitación se encuentra desordenada y bastante oscura, pienso en los sucesos
recientes mientras cambio canales en la TV. A estas horas no hay nada
interesante que observar, los locutores de la televisión peruana se entretienen
presentando a gente (salida de algún rincón) que trata de cantar y que son evaluados por personas sin
conocimiento alguno sobre el arte del baile y del canto, y que simulan ser
jurado. Nada es para extrañarse, he tenido la desdicha de nacer en Perú y desde
que tengo uso de razón he considerado conveniente (para cuidar mi salud mental
que está bastante deteriorada) no consumir programas televisivos peruanos. En
el caso de los locutores extranjeros o bien hablan de deportes o bien pierden
el tiempo comentando algunas películas o videoclip que siempre resultan ser más
interesantes antes de ser mencionados por aquellas voces esperpénticas que
tratan de ganar cierta fama brindando sus cuentas de Twitter y cuyo único
mérito es saber sonreír bien. Todos, ya sean peruanos o extranjeros, tratan de conseguir
fama. Todos quieren ser importantes. Apago el televisor y pienso en un libro,
pero desde hace varios meses que no tengo uno a la mano por lo que opto por
mirar el cielo, aspiro hondo y los sucesos recientes siguen revoloteando por mi
mente, les brindó una oportunidad. Es probable que ellos también quieran sus
cinco minutos de fama.
Mi nombre es Cristiano Camaleón y
estoy enamorado de Nicolás, un jovencito de 16 años que conocí hace un par de
semanas y con quien hemos tenido largas pláticas a través del celular y de una
red social. Nicolás es bastante agradable, he notado que tiene ciertas
capacidades que están por encima de una persona promedio (a su edad). Es
inteligente, fotogénico (tiene fotos extraordinarias), su lenguaje corporal
está bastante desarrollado y como es de esperar su sueño es ser actor. Cada día
recibo innumerables de solicitudes de amistad, de asistencia a eventos, de pertenencia
a ciertos grupos; respecto a las primeras las acepto todas. Es así como he
llegado a tener 666 amigos (entiéndase amigo como la conexión entre un perfil
con otro) y me he convertido en parte de
un grupo de ingenieros de sistemas, de gente que ama al Perú, de gente sigue a
Cristo y de un grupo de homosexuales. Lo que debe quedar claro es que yo no soy
ingeniero, no amo al Perú, nunca podré seguir a Cristo y no soy homosexual,
sólo trato de ser escritor. No recuerdo como fue que Nicolás llegó a mi vida.
Después de innumerables “Hola”
respondidos a destiempo, se dio la primera plática. Descubrí que vive en
Cieneguilla, que queda aproximadamente a veinte minutos de mi casa. Me contó
que está en cuarto de secundaria y que con frecuencia acudía a “Samoa”, la
única calle comercial que existe en cierto sector de La Molina. Además conoce
la cancha de Tennis a donde mi hermano acude con frecuencia y me dijo que
pronto vivirá más cerca de lo imaginado. Fue así como todo el mundo, que hasta
entonces era colosal y donde se supone nunca llegaría a conocer a nadie, se convirtió
en un pequeño mundo similar a mi ciudad natal, en donde todos se conocen, se
odian y se matan. Durante la plática decidí observar las fotos, cerca de 600
fotos, ya que fue gracias a la foto de perfil que le tomé un poco de
importancia a la plática y pude realizar otro descubrimiento.
Hace poco menos de un año conocí
a través de un grupo en la web a una persona que pronto se convirtió en un gran
amigo. Vive en Cieneguilla y he pasado momentos agradables con él. Marcos tiene
por lo menos treinta años y vive cerca a la comisaria de Cieneguilla. Físicamente
no es completamente agradable, pero es una excelente persona, me hacía sentir
bien. Fue así como en innumerables ocasiones tratando de huir de lo
desagradable de la ciudad (aunque el lugar donde vivo está completamente
desprovisto de intrusos y de gente caminando por las pistas) y de los ataques
de ira de mamá, que se encuentra en la difícil etapa de la menopausia, decidí
pasar la noche en su casa. Recuerdo bien la fachada de la casa y fue la misma
fachada la que logré ver una de las fotos de Nicolás, lo que trajo a mi mente
innumerables hipótesis. Pensé por un momento que el mundo pequeño en el que me
encontraba podría reducirse un poco más, mientras recordaba una noche en la
calle algodonal.
Aquella noche eran como cerca de
las once y hacía una hora que había enviado un mensaje a Marcos pidiéndole permiso
para alojarme en su casa . No tenía ganas de llegar casa, no quería ver mi
cama, ni a mi familia. Los mensajes de retorno siempre han sido positivos. Los viajes
a Cieneguilla los disfruto en grado sumo, los carros siempre tocan canciones de
alabanza a Dios, un poco clásicas, pero bastante agradables. De modo que es
posible recostarse y descansar los treinta minutos que debe durar el viaje. El
paisaje no es menos agradable, de comienzo a fin el carro viaje entre dos
cordilleras, donde la señal del celular se pierde por momentos y lo único que
se escucha es la música y el aire. Muchas veces hubiese querido que fuese un
viaje interminable. Este escenario celestial no ocurre en mi vida cotidiana. Subir
a uno de las carros de debe llevarme a mi destino es torturador, la mayor
cantidad de veces: Debo acostumbrarme a que la gente huela mal, a que me pisen
de los zapatos, al tocar alguna parte del carro se siente las secreciones
corporales de algún humano que estuvo antes, en la radio suena salsa (el género
que más detesto y que es el preferido por todas las combis y resto de
transporte público de Lima) y cada persona escucha en sus celular la música que
más le agrada, de modo que el ambiente se convierte en una mezcla de olores y
sonidos insoportables. Al parecer nadie aún ha descubierto los audífonos y no
tiene noción alguna de lo que son las libertades individuales y el aseo. Yo
procuro subir a carros que evitan a ese tipo de gente.
Me encontraba ya en Cieneguilla,
aquella noche, cerca de una oficina de la RENIEC y el carro decidió detenerse y
no continuar más, por lo que nos obligaron a subir a otro carro. Quise renegar
pero me encontraba de muy buen humor, de modo que asentí. El otro carro me
llevó a mi destino, baje y junto conmigo otro joven como de mi edad, con quien
platicamos las dos cuadras que duró el viaje. Mi acompañante vivía al frente de
la casa de Marcos y lo conocía. Le conté en suceso a Marcos y él me contó la
historia de mi acompañante y su familia. Por un momento pensé que Nicolás era
hermano, del acompañante de aquella de noche, pero es una hipótesis que no he
podido comprobar. Había relación entre la foto de la fachada de la casa,
alguna foto que parece haber sido tomada
dentro y la historia contada por Marco. El asunto me intrigaba pero trataba de
evitarlo, lo único que me interesaba era pensar en Nicolás, de quien ya me
encontraba profundamente enamorado y las circunstancias parecían ser propicias.
Necesitaba un poco de música, he
decidido levantarme un rato de mi cama. Tomo un sobre de café gourmet y lo vacío
todo en una taza, introduzco galletas integrales con miel, cinco cucharadas de azúcar
y un poco de agua helada. Omito las pastillas porque aún quiero seguir sacando
conclusiones. Reproduzco un CD con música de Moderatto, Gloria Trevi, Lady
Gaga, Arjona, Juanes y Alejandra Guzmán. Vuelvo a mi cama. Recuerdo que Nicolás
que había mencionada que su posición preferida para dormir es boca abajo y
pienso que yo no podría pensar en esa posición. Decido seguir boca arriba y
tratar de descifrar el otro asunto que me intrigaba.
He notado que Nicolás y yo
tenemos ocho amigos en común. El primero es un tipo que no conozco y a quien
agregué un día que amanecí turbado y alquilé una cabina de internet, lo que
quería es estar fuera de casa. Encontré un e-mail y lo agregué, simplemente
eso. Otro lo es un jovencito bastante simpático y tímido al que alguna vez tuve
el honor de tenerlo como estudiante mientras yo enseñaba en una academia de un
amigo socialista. Cargo del que desistí porque él no cumplió su parte. A parte
del dinero, que es irrelevante para mí, yo prometí dictar los cursos de álgebra
y trigonometría para los estudiantes que postularían pronto y para los que aún cursaban los últimos grados de
secundaria; y el curso de literatura para los primeros. El prometió después de probar mi eficiencia dejarme dictar el curso de filosofía, promesa
que jamás cumplió. De modo que renuncié a todo. Yo le había planteado que era
necesario que sus alumnos puedan conocer su posición filosófica pero también la
mía, él se negó y decidió imponer únicamente la ideología socialista. Como
despedida yo regalé a sus alumnos (míos
también, muchos estaban de acuerdo conmigo y trataban de seguirme) una frase de
Churchill:
"El socialismo,
es la filosofía del fracaso, el credo a la ignorancia, la prédica a la envidia.
Su virtud inherente es la distribución igualitaria de la miseria."
Las otras dos personas que me
interesaban eran mi buen amigo Orlando y su pareja. Que también eran, según la
red social, amigos del encantador Nicolás, a quien había prometido dar la vida
a cambio de su felicidad. Me interesaban esas dos personas por dos motivos. Las
posibilidades de que Nicolás conozca a Orlando eras altas, debido al pasado de
mi buen amigo; y Orlando además era amigo de una personalidad, amigo de
Nicolás, lo que dejaba pensando aún más posibilidades y con algo de celos. No quise
investigar más.
Nicolás, el del rostro agradable,
me había comentado que tiene un excelente trasero y que nos conoceríamos el 16
de diciembre, al inicio de las vacaciones. No se piense que me interesaba por
el excelente trasero narrado sino más bien por la habilidad que tiene para
hacerme sentir bien. Las cosas no han ocurrido de ese modo. El domingo pasado mi
madre me informó que yo sería padrino de confirmación de mi hermano, lo que
acepte de buena gana. Le debo mucho a mi hermano, mi desordenada adolescencia
no me ha permitido brindarle tiempo suficiente ni ayudarlo en la proporción
adecuada. Lo que me incomodó fue que me lo digan dos horas antes del evento. Mi
madre alegó que me lo había mencionado con dos meses de anticipación, yo no le
refuté, debió ser cierto y yo debí estar dormido. Al final me puse buen humor porque
sabía que las confirmaciones las celebra el obispo y el obispo de Lima es
Cipriani. Lo que no sabía es que tanto Cieneguilla, Manchay y La Molina
pertenecía a una sólo vicaría (La vicaría 8) y que si bien la confirmaciones se
desarrollan en una catedral, la única catedral de la vicaría es la de Manchay. Nicolás
me informó aquella tarde que iría a la confirmación de un amigo. En pocas
palabras estaríamos en el mismo lugar.
Aquel domingo lo conocí, lo vi
espectacular como en las fotos y según me comentó, también le resulte
agradable. Yo estaba con terno, quiero decir estresado, con el cabello grande,
en otras palabras me sentía peruano. Conocí también a Putrick, su amigo y supe
que estaba enamorado de mi ex estudiante (me refiero a Putrick). Lo que me
parecía un suceso interesante. Desde hace ya varios años lo único que me
interesa es conocer historias que puedan ser narradas. Hablamos unos cuantos
minutos, luego nos despedimos y mi intelecto trató de codificar a Putrick como
un futuro enemigo. Decidí que si las cosas saldrían mal serían por culpa de él.
No había fundamento científico, sólo era el libre albedrío de mi intelecto.
El hecho de que una persona me
ame y que yo también lo haga, me parecía demasiado bueno como para ser cierto. A
lo largo de todos los años he aprendido que lo perfecto no existe y esta no
debía ser una excepción. Tenía muchas preguntas
y un enemigo no declarado (en mi imaginación) y también un tipo al
acecho rondando por el perfil de Nicolás. Las cosas iban bien, lo están hasta
este momento, pero hay caos; hay ganas de pensar que todo debe ir mal, porque
lo bueno sencillamente no existe y si existe no tiene por qué existir. Me encuentro
tirado en la cama, y pienso que Nicolás dejará de amarme y elegirá ir a besarse
con otro amigo. De pequeño he disfrutado con esas historias fatalistas, cuando
todo iba bien, yo me sentía un tanto incómodo y me encerraba en algún lugar
oscuro a imaginar el final infeliz. Disfruta el hacerme sufrir, aquella auto
tortura parecía tener en mí un efecto purificador. Me volví paranoico en esos pocos días y las
cosas empezaron a cambiar.
Los mensajes ya no tenían
retorno. Trataba de suponer que era una bola de caca y que en ningún caso
Nicolás me aceptaría como parte de su vida. La paranoia se hacía un poco más
intensa. Imaginaba otras relaciones y mi muerte. Quería que todo el mundo
fatalista que me había inventado se vuelva realidad. Hasta que finalmente llegó
el mensaje que quise leer:
-
“Cristiano, necesito tiempo. Estoy confundido”
Fue un mensaje que destrozó toda
la felicidad ganada, pero también fue el mensaje que hizo que lo pensado se
haga realidad. Pude sentir como una parte de mi personalidad se encargaba de
destrozar a la otra contar de proveerse un poco de felicidad. A lo largo de
toda mi vida he sostenido que la el amor y la felicidad no existen y descubrir
por un momento que aquello es mentira, hizo que mi razón y las emociones estén en
conflicto, una lucha que finalmente la ganó la razón, el mundo de las ideas que
no necesariamente tiene relación con la realidad.
La noche avanza, decido mandar al
carajo todo. Sé que amo a Nicolás. Sé que regresará y seremos felices. Y cuando
la felicidad vuelva, desearé la tristeza. Estoy condenado a ser víctima de mí. Lo
único que puede detener mi actividad cerebral son las pastillas. Las tomo.
Duermo pensando en Nicolás regresará mañana, nos volveremos a ver y seremos
felices. Yo seré presidente y él, un excelente actor. ¿Dónde estás ahora? ¡Te
necesito!
jajaja eres un un tonto por escribir no hacías los trabajo XD bueno espero que algún día Sigas a Cristo como cristiano que dices ser XD
ResponderEliminarCristiano es sólo un personaje. Pero gracias por leerme. Sabiendo que tu solo lees la biblia,y que me has leído me resulta bastante halagador.
ResponderEliminarjajaja que tal comentario el de terry... pero bueno creo entiendo un poco lo sentiste solo espero que todo mejore... me entretuvo y me conmovió.. solo que son muy largos y eso me cansa un poco
ResponderEliminarYo sospecho que si son largos y te aburren, soy un pésimo escritor. Mejoraré.
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