viernes, 5 de agosto de 2011

Cavilaciones de un Filósofo dopado sobre el amor y otras tonterías

Estoy en una etapa de mi vida, miserable, ratonesca y torpe en la que debo decidir si debo conquistar o ser conquistado; en la que debo descubrir si tengo la capacidad de compartir mi vida con alguien: Es miserable  cuando mis hormonas se alteran por humanoides para quienes paso desapercibido, dos experiencias confirman lo miserable. Es ratonesca porque siempre se desarrolla dentro de los márgenes de lo inmoral, de lo asqueroso, va en contra de lo que los peruanos consideran culturalmente correcto. No me apeno por ello, la cultura peruana, tercermundista, no es algo que llame mucho mi atención, ni es algo que me inspire respeto o admiración alguna.  El hecho de que todos los individuos con forma humana, que me conocen, reconozcan mi vida como mala, invivible, confirman lo ratonesco. Nadie quiere llevar una vida de rata y como vida de rata es una vida torpe. Lo torpe de mi vida es un hábito que me permite mantenerme vivo.  Es un clásico ejemplo de supervivencia, el grado de estupidez determina la cantidad de años que debemos vivir. Es torpe reconocerse inteligente. Nadie lo es. Nadie debe preocuparse por ser más inteligente, sino más bien por reconocerse estúpido y disminuir el grado de estupidez.
Con un grado de estupidez elevado, con una nueva vida llena de luz y sin los minutos que determinan lo bueno y malo de mis acciones he descubierto que nadie es  lo suficientemente torpe como para platicar, fornicar y vivir conmigo. El mundo está lleno de gente inteligente, de peruanos emprendedores, de profesores de moral no graduados, de mesías que vagan por el mundo y las redes sociales dictando las normas de buena y mala conducta. El mundo es un mundo de genios, eruditos, ancianos que por ser ancianos son dignos de respeto y fuentes de sabiduría y yo no pertenezco a ninguno de aquellos. Yo no pertenezco a este mundo, soy el bicho raro al que todos quieren desterrar, el que todo lo hace y al que todos quieren darle consejos, por pena. Los sabios y profesores de moral me quieren ayudar y quiere platicar, fornicar y vivir conmigo. Quieren volverme sabio. Yo me rehúso. Llevar una vida de sabio es demasiado para mi condición de retardado mental.
Después de haber estado sentado, estudiando, investigando durando trece  largos años tratando de ser el mejor, he descubierto que no soy el mejor, sino el peor de este mundo. He descubierto que el estudio es sólo una mala práctica para engañar a los incautos y hacerlos creer que se puede llegar a ser un humano exitoso ¡Mentira! Los sabios y profesores de moral no han ido al colegio. Ellos están en la calle dando consejos, juzgando sobre lo bueno y lo malo, mandando a la mierda a todos aquellos que no piensan igual. Yo me conformo con ser torpe, estúpido y puedo seguir redundando, pero es el mayor de mis descubrimientos. ¡Para eso se va al colegio!
Y me sigo preguntando. Y sigo pensando si debo aceptar a alguien como pareja o simplemente debo quedarme solo. No sé qué puedan pensar cuando me descubran torpe. Los eruditos y profesores de moral no entienden a otra persona que no sean ellos. Analizan a todos como si se analizasen ellos. Y yo no soy ellos y no me entenderán y me vomitarán y yo me iré dormir pensando que no necesito a nadie y que las únicas personas que alguna vez me interesaron son sólo dos y ellos que son más inteligentes me vomitaron antes que mis padres me conciban, antes de la creación del mundo y antes que nada. 

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