Recuerdo las escaleras circulares y me apena el saber que allí no hay nada, no hay nadie, ninguna esperanza. Recuerdo las escaleras circulares y el día que me dieron una esperanza, pero ya no están, ni las escaleras ni la remota esperanza. Ya no están.
Me encuentro sentado, pensando, deprimido, con muchas de ganas de llorar y sin poder hacerlo. Me encuentro sentado donde no debería sentarme, me encuentro recostado sobre la mesa del comedor, como si quisiera comer algo, pero en realidad no lo deseo. Me encuentro sentado y deprimido. Mi madre me alcanza un plato con sopa de gallina, hirviendo. En algún otro momento lo hubiese rechazado, por mi odio hacia lo caliente, esta vez lo recibo y procedo a comer. Y como sin darme cuenta. Mi vida no tiene sentido, me doy cuenta y vuelvo a pensar en las escaleras circulares. Espero a alguien.
Espero a alguien pero está claro que no deseo que nadie esté a mi lado, y lo sé porque no dudaría en mandar al carajo a quien se me acerque, sin embargo espero a alguien y trato de contener las lágrimas que me provoca el recordar las escaleras circulares. Espero a alguien, pero ese alguien nunca llegará y es preciso que ese alguien no me conozca, y doblemente preciso que yo no conozca a ese alguien. Me siento solo y deprimido como hace algunos siglos.
Como hace algunos siglos me encuentro deprimido, solo, con ganas de llorar; pero esta vez no lloro porque ya me olvide de llorar, porque llorar es humano y yo trato de no serlo. Me siento solo y es probable que por ello este deprimido, el problema es que yo no quiero estar con nadie, no me interesa estar con nadie; sin embargo quiero estar con alguien, quiero que alguien esté a mi lado, pero ese alguien no está y ni siquiera existe.
Hace algunos días, o meses ya no lo recuerdo, estuve con Mr. J y fui feliz al besarlo o mejor dicho al dejar que me bese o mejor dicho fui feliz mientras nos besábamos pero ahora ya no soy feliz, y no quiero besar a nadie. Y vuelvo y me siento en las escaleras circulares. Me parece injusto que un amigo de 17 años tenga que sacrificar su juventud y lo mucho que se necesita conocer por tolerar mis rabietas y ocurrencias de anciano, las rabietas de un anciano que está cansado de vivir, pero no estoy en las escaleras circular y nunca me senté en ellas y las ganas de llorar son más pronunciadas. Ahora ya no lo aguanto.
Estoy solo. Estoy triste. Estoy deprimido desde hace dos días. Se lo comento a unos compañeros tratan de darme explicaciones ridículas, tratan de ser eruditos pero yo reconozco su torpeza y les resto créditos, solo quiero retroceder, quiero recordar las escaleras circulares en un afán masoquista de hacerme llorar.
Ahora se supone que debo estar llorando pero no lo estoy. Ahora solo quiero estar con un amigo y digo amigo por que no deseo estar con nadie. Ahora quiero conversar con alguien, pero no quiero hablar con nadie que conozca. Quiero no estar deprimido y puedo no estarlo pero prefiero seguir en este estado.
Las escaleras circulares pueden permitirme estar mejor, pero sufro y lo seguiré haciendo. Necesito a un amigo, o las pastillas que me borren de la realidad. Me caen algunas lágrimas. Corro a detenerlas, las pastillas están en mi pantalón y el agua sobre la mesa.
Una depresión como está, es como regresar al pasado. Una depresión como esta que me corroe el cerebro es como una tormenta que destroza todo lo logrado hasta ahora. La única salvación es estar con alguien, conversar y ser normal por un instante, pero yo no deseo estar con nadie y no espero que alguien intente estar conmigo y mucho menos quiero ser normal. No los necesito, quiero estar con alguien pero ese alguien no existe y espero que exista. Y espero que exista en algún lado y no es nadie.
Ahora estoy dopado, me quedo dormido.
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