miércoles, 4 de enero de 2012

EL PADRE FERNANDO


Nunca en ningún caso te defiendas. Nunca en ningún caso pretendas demostrar que eres bueno, virtuoso, heroico, admirable. Si dicen que eres una mala persona, saluda la perspicacia de quien lo dice. Si dicen que eres una buena persona, ten el buen gusto de discrepar. No salgas nunca en defensa de tu honor. Tal cosa no existe. No conviene defender supersticiones. El honor, el pudor y la buena reputación son lastres que te hundirán en el fango de la tristeza. No aspires a ser santo, a menos que estés dispuesto a pasarla condenadamente mal. (Jaime Bayly en Secretos para ser Feliz)
Varios grupos de personas, al menos eso simulaban ser, se encontraban desparramados a lo largo del atrio de la catedral. Algunos integrantes del grupo, que se ubicaba frente a la puerta principal, reían a carcajadas e intentaban sacar cita con algunas de las chicas que los acompañaban; algunos otros – ubicados cerca de la tumba del monseñor que bautizó a todos los de su generación – se encontraban un poco más callados, con la mirada perdida, decepcionados y traumados, con la misma sensación que queda después de una estupenda violación – lo estupendo obedece a la perspectiva del violador. A excepción de estos últimos, que no estorbaban el paso de los feligreses que salen de la misa de seis de la tarde, atolondrados por las palabras del padre Fernando, todos los cúmulos de humanos eran considerados como pequeñas bolas de estiércol por  Naileo.  Naileo tiene 16 años y se encuentra luchando para conseguir ser confirmado en la fe católica y pasar a formar parte del ejército de Cristo. Es el tercer intento, la preparación resulta en extremo aburrida pero esta vez debía lograrlo. De ser así pronto se encontraría formando parte de aquellos grupos que ahora observaba parloteando, excitándose o arrepintiéndose de sabe Dios qué. Naileo ya había tomado una decisión respecto al grupo al que debía unirse. A lo largo de tres semanas había observado las reuniones y las costumbres de cada uno y llegó a la conclusión de que debía formar parte de los que parecían, en cierto modo, violados. Aquellas personas eran las que más se acomodan a su carácter y al pasado que lo ha formado.

La pastoral de la ciudad de Naileo, Ferreñafe, está conformada por cinco grupos y por el coro de la iglesia. El padre Fernando, ilustre entre todos los sacerdotes que habitaban el templo – construido hace siglo, en distintas épocas y con variados estilos – había decretado que un humano debía pertenecer únicamente a uno de los grupos. Es así como con ésta y otras reglas lanzadas al azahar, con organización primitiva, se crearon todos los grupos que los ojos de Naileo observaban. El nombre de cada uno de los grupos aún le es desconocido pero la observación le ha permitido dilucidar algunos detalles importantes: Los que se ubican al lado izquierdo de la puerta principal son un grupo de personas que dicen estudiar en alguna universidad o instituto o en algún otro lugar donde se fortalece la estupidez. Aquellos se supone debían ser los mejor preparados en la pequeña ciudad. Había notado también que era uno de los grupos más grandes entre los cinco. El grupo que se encuentra al frente, forma un conglomerado parecido al grupo de la izquierda, y es una mezcla de todo, casi simulaba ser un plato típico de la ciudad. Este grupo tenía particular importancia porque gracias al ruido semanal, Naileo pudo saber más de aquellos, que de los otros. Había oído que  se denominaban con un nombre extraño, casi en hebreo o árabe, lo único que recuerda en este instante es que la traducción hace referencia “al amor y a la paz”, pero la paz supone silencio y meditación, ellos parecían haberse aburrido ya de su esencia, de aquello que los mantenía en grupo. Una vez más se demuestra que el hombre no pude huir de su esencia primigenia: La Maldad. A unos metros del segundo grupo se encuentra un grupo de chicas caminando hacia la plaza, como huyendo del pecado, del resto de su especie, del resto de grupos. Las chicas van como en procesión siguiendo a Margarita, una señorita de ochenta años que vive a media cuadra de la catedral. Naileo pensó que entre aquellas se encontraban las únicas mujeres vírgenes que quedaban sobre la faz de la tierra y procuraba elegir a alguna para que, llegado el momento, pueda horadar una vagina virginal y sentir un placer extraño, casi extinto. Hay otro grupo, un poco más alejado, del que no nunca supo nada; pero el que realmente llamaba su atención era el grupo de la derecha. Dicho grupo está formado por un puñado de adolescentes que recién se inician en la fe católica y en la vida sexual, guiados por algún sacerdote caritativo. Después de observar, Naileo se retiró. Sabía que la rutina continuaría la semana siguiente.

Naileo tiene un aspecto triste, es delgado y parece no saber caminar bien. La timidez se apodera de él cada vez que alguien lo saluda, por ello siempre se aleja cuando los grupos de la pastoral se disponen a salir y pasar por su lado. Ahora camina hacia su casa, es sábado y ya no hay nada por hacer. Recordaba que las reuniones de su grupo, el Movimiento Juvenil Dominicano, se realizaban los días viernes por la noche, pero ya no habría más reuniones, todo terminó la semana pasada cuando, por alguna razón desconocida, el líder del grupo desapareció. Los medios de comunicación informaban de una huida de la justicia – nadie sabe exactamente a qué se hace referencia con el término – y que había orden de captura, pero aquello resulto siendo irrelevante para él. Lo que ahora buscaba era pertenecer al grupo de aspecto sombrío, lo que ocurriría días después de la confirmación. Mientras caminaba observaba todo a su alrededor pero a la vez pareciese como si no observase nada. Todo carecía de significado, la asociación que suele hacer el cerebro de una figura con un concepto era nula, y mientras pensaba en lo bien que se puede sobrellevar la vida en grupo se le vinieron a la mente algunos recuerdos de Iván, su catequista de primera comunión, con quien descubrió un poco más allá de lo que suele leerse en la biblia y en los libros de Kama Sutra. Fueron dos ocasiones en las que Naileo decidió ir a la casa de Iván para aprehender algunos conceptos sobre lengua, pero finalmente terminó con la lengua de su mentor entre los genitales. Iván sabía que Naileo era un tipo al que le atraen las historias y empezó contándole sobre toda la corrupción que se cocinaba en la escuela secundaria donde Naileo estudiaba e Iván hacía prácticas. Iván estaba a punto de graduarse como profesor de Lengua y Literatura y en las dos visitas que Naileo hizo a su casa nunca sacó un libro de lengua, ni algo parecido. En la primera ocasión le mostró un libro sobre terapia con masajes, donde se detallaban los puntos exactos en donde se debía aplicar presión para conseguir relajamiento corporal exitoso. Finalmente Naileo terminó en una cama descubriendo el mayor de los placeres carnales. La añoranza que provocaba el recuerdo terminaba en depresión, si bien el suceso fue deplorable pero aun teniendo que soportar aquel tipo de violación, se disfrutaba de la compañía. Ahora ya no quedaba nadie. Iván, escapando de su condición y de los dedos que pronto lo señalarían, se refugió en un seminario, en donde por lo menos podría fornicar con el acompañante de su habitación sin que muchos lo notasen. Naileo continuaba caminando y de repente un tropiezo lo sacó del estado ensimismado en el que se hallaba. Chocó contra con joven como de su edad y lo reconoció pronto: Pertenecía al grupo de los que invocan  “la paz y al amor”. Leyó el polo y decía “The Domus”, se suponía que ese era su nombre.  

Los grupos de la pastoral mientras eran observados por Naileo – sin saberlo – se encontraban discutiendo un asunto, de aquellos que se suelen llamar delicados. Todos habían dejado en un segundo plano a Dios, la misa y la labor pastoral; y ahora  hablaban sobre el padre Fernando – el sacerdote emblemático – y la misión de éste como guía espiritual de los grupos. Desde hace varios meses algunos de los más allegados a la parroquia venían observando miradas extrañas, pasionales, entre el padre y Fiorella. El rumor empezó a deambular entre todos y ahora parecían comentaristas de la farándula peruana. El hecho de que una persona pertenezca a un grupo, sea pastoral o demoníaco, siempre lo hace peor persona. La represión de las emociones nunca es una buena salida, encerrar al demonio que llevamos dentro sólo lo vuelve furioso y listo para atacar y ahora la presa era el padre Fernando, quien se había encargado de enjaular a algunas bestias. Esta relación siempre se repite y otro ejemplo es el de los protestantes, quienes por más que se pongan un trapo en la cabeza, grandes faldas – que arrastran por el piso – o terno, siempre resultan siendo peores, más rencorosos, mas viles y más asquerosos que los que sólo se dedican a dormir y de vez en cuando a ir donde algún brujo. Los protestantes hablan tanto de Dios que hasta se olvidan de ducharse. El padre Fernando debía pagar las consecuencias. Ha encerrado a la bestia que lleva dentro y no contento con ello también ha enjaulado a las bestias de otros humanos. ¡Se merece el castigo!

Naileo no sabe de qué hablan, no sabe que se ríen, tiene algunas suposiciones pero todas falsas. Los grupos comentan sobre la posible y casi segura relación entre el sacerdote Fernando y Fiorella. Les importa un carajo los simulacros de admisión para ayudar a los que pretenden ingresar a la universidad nacional y ahora solo recuerdan – o quieren recordar – aquella fiesta en la que los vieron juntos, casi cogidos de las manos. Recuerdan que en algunas ocasiones el padre ha ido a almorzar a casa de la implicada y suponían que la relación era avalada por la familia. Pedro Pablo se puso pálido en dicho momento. Pensaban que no sólo debió ir a comer en casa de Fiorella, sino que también debió comerse a Fiorella. Los comentarios eran múltiples. Alguien por allí soltó una carcajada. Todos anonadados escucharon lo que debió decir. María siempre había sido la más allegada al padre, era la persona en la que confiaba y con quien se encargaba de realizar algunos eventos y otros quehaceres de sacerdotes y feligreses. Por ese entonces nadie sospechaba nada o nadie quería verlo. Un tiempo después llegó Fiorella y la relación del padre con María cambió, se alejaron un poco, no María del padre sino el padre de ella. Él Huía como quien quiere desechar  un cepillo viejo. Ahora la atención del padre parecía centrarse en Fiorella, que era un poco más hermosa. Fiorella y María se enemistaron y se odiaron hasta ahora. Todo parecía tener sentido y ahora quien soltó la carcajada comentaba con cierta ironía: “Ni siquiera las relaciones de los apóstoles de Dios en la tierra eran distintas a la de los mortales”. El hecho es que no existen tales “apóstoles”, con sotana o sin ella, aquellas personas - con aspecto fúnebre – siguen siendo humanas y todo aquel que trate de escapar a su naturaleza está condenado al fracaso, sólo es cuestión de tiempo. La gente comentaba, se pasaban volantes sobre el tema pero en ningún caso le informaban de la situación a los implicados, lo que causaba cierto remordimiento en “The Domus”, finalmente recordaron algo de la caridad divina y se declaró el tema como un tema prohibido. Por lo menos en eso eran católicos.

The Domus caminó desconcertado, con cierto cosquilleo en la cabeza, y quería contar lo que sabía pero la conciencia y las circunstancias no se lo permitían. Un sacerdote nuevo llegó a la pequeña ciudad, la tierra de la doble fe y de los chismes, a aquel infierno provocado por el exceso de fe. De modo que aprovechó sus últimos días en la ciudad – él aún no sabía que serían los últimos – para confesar lo que sabía al nuevo sacerdote. Él conocía a todos los sacerdotes y todos los sacerdotes lo conocían a él, de modo que confesarse en dichas circunstancias le resultaba complicado y no lo había hecho desde hace dos años. Ahora, con el nuevo sacerdote, había una gran oportunidad y no quiso perderla. Se arrodilló en el confesionario y una voz fúnebre habló.
  • Ave María Purísima – le dijeron.
  • Sin pecado, concebida Santísima – respondió.
  • Hijo, cuéntame tus pecados – indicó la voz detrás del confesionario.
  • Padre tengo en la cabeza un asunto que me está aturdiendo: Varios de los compañeros de mi grupo comentan que el padre Fernando, ya no cumple su rol como guía espiritual y ahora observa con otros ojos a las chicas de la pastoral. Piensan que él y Fiorella son pareja sentimental y sospechan que antes lo fue de María – empezó diciendo.
  • Hijo es probable que sólo sean rumores, no debes tomarles mucha importancia, más bien ve a contárselo al padre Fernando – replicó la voz detrás del confesionario.
  • Padre la verdad es que yo también he notado algunas otras cosas. En dos oportunidades mientras me encontraba en la cuenta – de Facebook – de la pastoral, observé las conversaciones entre el padre Fernando y Fiorella. En las pláticas hablaban del amor mutuo y clandestino que se tenían. Hablaban de mantener todo en secreto y sobre todo que nadie debía saber sobre la vida sexual de ambos, porque ello conllevaría a situaciones indeseables. Luego las pláticas fueron borradas cuando notaron que yo también estaba en línea – continuó The Domus.
  • Hijo nos encontramos ante un asunto complicado, antes de mencionarle estos sucesos a alguien más, debes ir con el padre para que sepa cuál es la magnitud del problema.
  • Lo haré padre, pero además tengo otro asunto que me perturba la mente. Ya tengo cierta edad y creo que soy una carga para mi familia, un parásito, y quisiera poder servir en algo. Paro metido en mi cuenta de Facebook, no ayudo en los que quehaceres a mis padres y como que ya no me miran con un rostro agradable.
  • Hijo como penitencia, no rezarás los padre nuestro y ave marías acostumbrados. Ahora irás a casa y debes reducir periódicamente las horas que le dedicas al internet. Esa será tu penitencia. Ve en paz.

The Domus salió un poco más aturdido y caminaba con rumbo descocido hasta que se chocó con Naileo. Se saludaron y de un modo inexplicable empezaron a caminar y platicar, como si se conocieran de toda la vida. The Domus, es un joven de 17 años, un poco más alto que Naileo y quizá lo más interesante de su vida es que nunca ha experimentado el placer sexual, es casto. Tiene un gusto extraordinario pero no envidiable por lo criollo y la cocina; y hasta donde se sabía, por algunos compañeros de la pastoral. Caminaban ambos y de pronto Naileo quedo perplejo cuando The Domus habló sobre su castidad y sobre “San José”, como símbolo de inspiración. En ese momento Naileo pensó no sólo en horadar la vagina virginal de una de las chicas del grupo de Margarita sino también en horadar el ano de su compañero de conversación. Siempre resulta excitante fornicar ese tipo de personas. The Domus informó que no tenía enamorada y que no había mujer que le interesase. Fue en ese momento en que Naileo le sugirió que intentase con hombres, pero las ideas de “defender la hombría” y “el qué dirán los demás” lo hacían seguir afirmando que su condición era la de un heterosexual. No obstante seguía hablando de sus compañeros sudorosos después de un partido de fútbol. La plática se tornó aburrida y pronto se alejaron cada uno a su casa.

Por un camino distinto y todavía pálido – algo difícil de notar debido al color de su piel, aquel color que esconde las emociones – se encontraba Pedro Pablo rumbo a su casa. Pedro Pablo es integrante de uno de los grupos de la pastoral y es amigo de los tres implicados, debido a ello el tema le causaba algún dolor en el estómago. Él sabía que no sólo eran los Familiares de Fiorella los que propiciaban la relación, sino también lo era él, su casa y su cama. Todo empezó cuando el padre Fernando empezó a desear sexualmente a María, deseo que compartía con Pedro Pablo, de modo que después de un acuerdo – no reconocido – el padre empezó a usar la casa de Pedro para introducir los genitales dentro de una de sus feligreses. La situación se repitió con Fiorella y él tuvo que soportar la carga psicológica que todo ello supuso. Caminaba, como zombi, dispuesto a guardar el secreto. Sabía que de conocerse los eventos su grupo lo señalaría como un ayudante del diablo y lo convertirían en carroña, y lo despedazarían hasta que todos hayan saciado su hambre. El tal aspecto – sólo en ese – los congresistas peruanos resultan ser mejores amigos.  

The Domus, el casto, el que se comparó con “San José” llegó a su casa dispuesto a olvidarse del internet y con la tarea pendiente de informarle al padre Fernando sobre el asunto. Aquella noche recibió una llamada que lo invitaba a viajar para desempeñarse en una de las actividades que más placeres le daba: cocinar. La decisión fue un poco complicada pero finalmente decidió viajar. Él nunca obedeció la orden de pertenecer únicamente a un grupo. El decidió pertenecer a dos grupo, los dos más numerosos. Es así que su condición de haragán le permitía asistir y organizar los eventos y reuniones de ambos, que para suerte suya se desarrollaban en momentos distintos. Ahora debía dejarlo todo, debía abandonar el aniversario próximo de uno de los grupos, debía pasar su cumpleaños lejos de su familia, por un instante lloró. Al día siguiente fue a misa, comulgó y a la salida de la iglesia se dispuso a hacer lo último que se había propuesto en dicha ciudad pequeña, rodeada de intrusos: Contarle sobre los rumores al padre Fernando.

Mientras caminaba, medio tembleque, con un pantalón deportivo que dibujaba de manera perfecta su trasero, el padre Fernando lo llamó y él pensado en el peor de los casos, obedeció. Caminó todo el trayecto temblando, sudando frío y tomo asiento en la oficina. El padre cerró la puerta y The Domus comenzó a narrar la historia con nombres, fechas y otros detalles, fiel a su estilo. La historia concluyó, el padre le dijo que nada era cierto a pesar de las pláticas que The Domus había observado, dijo que no había porque preocuparse y cambiando el tema mencionó otro asunto.
  • He notado que para el retiro de la pastoral han invitado a  una chica que no pertenece a ninguno de los grupos. Recuerdo haber dejado claro que sólo iríamos nosotros y ningún extraño. Tú dices que tienes acceso a la página de la pastoral. ¿Fuiste tú quien hizo la invitación?
  • No padre, he leído esa invitación pero ha sido hecha desde la cuenta personal de un compañero.
  • No hay problema, sólo lo comentaba.
Se despidieron, The Domus no se despidió de nadie más y se fue para no volver.

Días más tarde Naileo escuchó que el padre Fernando había sido trasladado y nuevamente algunos rumores más, el asunto no le interesó y continuó observando a los grupos a la salida de la iglesia esperando formar parte de alguno de ellos, pensando en las chicas de Margarita y en algún otro desconocido que también tenga la osadía de considerarse “San José”.

La confirmación esté cerca, pero todo parece ser irrelevante. Han pasado tres semanas desde que The Domus se fue. Han pasado tres semanas desde que Pedro Pablo se puso pálido. Han pasado tres semanas en aquella ciudad y con la misma persistencia que lo ayudaba para asistir a la Misa, Naileo seguía observando a los grupos, en el atrio de la catedral. De pronto descubrió, como quien despierta de un profundo sueño estúpido, que su destino no era sólo el de confirmarse y pertenecer a algunos de los grupos; tampoco lo eran el de destrozar alguna vagina o un ano, sino más bien notó que él había nacido para apoderarse y gobernar a todos los grupos. Cuando Naileo tenía seis años se le vino la idea descabellada de querer ser sacerdote, luego Cardenal y luego Papa. A Naileo no le interesaba en grado alguno hablar sobre Dios, ni ser guía espiritual de la humanidad; lo que sí le interesaba era tener un báculo, un papa móvil y todo el poder que el cargo supone. Es un megalomaniático. La idea parecía tener cierta lógica pero pronto descubrió que todo podía ser simplemente una utopía. Finalmente se conformó con ser presidente de su tribu y gobernar a los grupos que tenía en frente, los primitivos, era un buen comienzo.

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