martes, 12 de octubre de 2010

Una oportunidad y nunca más: Condenado a la Soledad

Eran mis últimos días de colegio y estaban por comenzar los primeros de la universidad. Siempre creí que aquel paso sería crucial en mi vida, no me equivoqué. Es quizá en la universidad en donde tengo más posibilidades de conseguir lo que quiero, aunque no haga nada por conseguir mis metas. Fue en aquellos días cuando por primera vez sentí atracción física y sexual por un ser humano. Yo era ya una persona sexualmente activa, pero no me había logrado enamorar (o ilusionar) de alguien. En esos días conocí a una de las personas más importantes de mi vida y la que me acompañaría por tres años consecutivos.


Yo era aún un adolescente que apenas comenzaba a descubrir la sexualidad, pensaba que sabía lo suficiente, pero me equivoqué. Con la chica que estuve logré experimentar un sin número de sensaciones que jamás olvidaré; ambos nos habíamos enamorado, ella me superaba por siete años, pero eso no importaba, yo la amaba, y la amaba aún más cuando estábamos solos en su habitación, a donde de manera generosa y confiada me permitían pasar sus padres.

Sentía que me casaría con ella y que viviríamos juntos toda la vida, pero no fue así.

Luego de los tres estupendos años que transcurrieron entre paseos, charlas y sexualidad (logramos poner en practica la mayoría de "consejos" que estaban contenidos en un libro de Kama Sutra), nuestros padres empezaron a sospechar: Yo regularmente olvidaba ir a dormir a mi casa y me quedaba a dormir con ella (hecho que incomodó a mi madre más de una vez) y sus padres comenzaron a ver con preocupación tal amistad. Yo estaba dispuesto a enfrentar tal situación, pero aún no cumplía 18 años, n o era libre. Y ella tenía siete años más que yo.

Las circunstancias no parecían favorables, y las mentes prejuiciosas de nuestros padres los obligaron a urdir un plan para separarnos.

Una idea maquiavélica y vil fue la de mi madre: Decidió alejarme de la ciudad en donde había nacido y crecido, me retiró de la universidad y me encarceló en una ciudad desconocida, una ciudad con la que no me identificaba.


En esa ciudad extraña pasé los peores días de mi vida, entre vómitos e ira, trataba de sobreponerme a la situación. No podía porque era difícil olvidar a la persona que compartió conmigo los tres últimos años de mi vida. Odié a mis padres, me odié yo, odié a la vida.

La extraña ciudad se movía demasiado rápido y yo no estaba preparado para ello. Aquel trauma tardó varios años (si no lo hubiesen sido aún diría que lo fueron) en desaparecer. Viví solo, alejado de la sociedad, de la sociedad prejuiciosa que me despojo de lo mejor que tenía en la vida, pero mi vida debía continuar y tuve que retomar mis estudios de una carrera de la cual no recuerdo ni el nombre. Trate de reincorporarme, no quería ser una personalidad liliputiense en esta ciudad desconocida, quería ganar y quería decirle al mundo que soy mejor y que lo odio, aunque el no lo sepa.

No tuve que esforzarme mucho, nunca nadie es suficientemente capaz de conseguir amedrentarme con sus habilidades intelectuales, no seré una personalidad liliputiense, nunca lo seré y eso me hace feliz. Pasado algún tiempo (amo al tiempo, a veces suele ser un gran aliado y lo admiro aún más cuando lo entiendo como una entidad impersonal libre, nadie lo controla: Quisiera ser el tiempo) ya había olvidado un poco a quien fue mi amiga por tres largos años, pensé que todo quedaría allí y nunca conseguiría a alguien capaz de sustituirla. Siguieron pasando los días en esa universidad, estudié un poco, nunca con suficiente ahínco, no lo necesitaba y seguía odiando al mundo y mi mundo era la universidad.

Mi grupo de amigos en esa rara universidad quedó reducido a un pequeño cúmulo de personalidades extrañas, quizá las más extrañas y antisociales del salón y acaso de toda la universidad y del mundo.

Luego de algunos meses se dio un gran suceso, uno que me llenaría de alegrías y sufrimientos a la vez: Uno de mis amigos en algún momento mientras salíamos a tomar aire, me presento a una persona muy interesante, a la que admire desde el primer instante en que vi. Era un ser perfecto y el primer saludo que nos dimos fue para mí un momento revelador, sabía que la amaría. En ese instante supe también que jamás estaría con ella, que no me correspondería, no me importó, lo único que deseaba era admirar su belleza, una belleza que era la personificación del yin y el yang, era un equilibrio perfecto. Los días pasaban y la incertidumbre también, era difícil ubicarla y las pocas veces que la veía trataba de aprovecharlas en el grado más elevado.

Ese amor platónico me tuvo prisionero casi un año o algo más, ya no lo recuerdo, hasta que al fin ocurrió un milagro. Nuestros horarios coincidieron en al menos un curso y no más. Nuevamente comenzaron los momentos más interesantes de mi vida, y como tales debía aprovecharlos, no sabía cómo y aún hoy día que escribo no lo sé.

Reconozco que soy una persona que tiene el sentido común bastante disminuido, así que (sin saberlo) opte por el camino más difícil y por el que perdería indudablemente (aunque ya sabía de mi derrota desde el primer día que la vi) le envié un mail, declarándole mi amor (a mi manera, exento de sentido común) pero ella jamás respondió. Esa fue la actitud que más daño me causo, la admiraba, por su inteligencia y precocidad, pero su indiferencia al mensaje me destrozo, y hubiese preferido un mensaje con su rechazo que hubiese sido leve para mí, nunca se lo perdonaré. Nunca he conocido a una persona que haya cometido un acto tan cruel conmigo. Nunca he conocido a una persona que no sepa que el ignorar es más cruel que el rechazar.

Continué atropellando la libertad y la pulcritud de ese correo (si acaso la tiene, no puedo asegurar nada), pero los ataques fueron cada vez más crueles, y precisamente lo más cruel fue que ella ignore aquellos mensajes. Yo no hubiese continuado hostigando a aquella persona - que aún amo y seguiré amando - a no ser porque en cada despedida sentía una sensación indescriptible que me obligaba a continuar el hostigamiento y que me daba fuerzas para continuar viviendo.

En alguna oportunidad pudimos hablar ello, ella me lo pidió, pero lo evadí, las razones no las comprendo, nunca me comprenderé.

"Tú eres mi amigo y te consideraría hasta como un hermano", me dijo, mientras nos dirigíamos rumbo a nuestras casas, no me importo lo que dijo, yo solo quería despedirme y revivir esa sensación que me dejaba perplejo. Cuando me incorporé a la escena pensé en responderle: "Yo no deseo ser tu amigo", pero no lo hice. Cuando estoy frente ella todo mi cuerpo se anula, se convierte en una marioneta, dispuesta a realizar cualquier movimiento que se le ordene, lo cual discrepa con mi razón, pero mi cuerpo es una república independiente de mi mente.

Los días continuaron su curso y mis ganas y mensajes hacia ella también, pero no conseguí y nunca lograré conseguir nada. Todo estaba perdido.

Nunca debió pasar esto, no hubiese tenido la necesidad de declararle mi amor a nadie, si mi madre no hubiese ejecutado ese acto tan cruel de separación de la persona que amaba y me correspondía.

"Me quedaré solo", pensé. Es difícil que me agrade persona alguna, no soy un tipo físicamente genial, pero si tengo gustos bastante exquisitos, por lo que se me es difícil (siempre será difícil) encontrar a la persona adecuada. Ya la había encontrado pero, precisamente uno de los requisitos de mi pareja ideal es que tenga indefectiblemente que rechazarme, como en efecto ocurría. La única persona con quien debí permanecer toda mi vida fue de quien me despojaron, odio nuevamente a la humanidad y la odio aún más cuando sé que ella me odia y la humanidad es la persona que ignora mis mensajes.

Nunca me hubiese declarado si supiese que aquella persona cruel me privaría de su amistad, sabía que me rechazaría pero que seguiría siendo mi amiga, es esta quizá de las virtudes más loables de ella y una de las que me impulso a amarla con tanto ahínco, con tanta perseverancia. Nunca ocurrió nada importante con ella, solo teníamos pláticas de no mas de tres líneas que se reducían únicamente a saludos, saludos sin sentimiento y con recelo, creo yo.

No estoy seguro, pero creo que ya estaban a punto de acercarse los tres años desde el primer momento que la vi, eso me daba cierta alegría: Había leído que el amor duraba tres años, luego de ese tiempo todo acaba si no se renueva. El mío acabaría indefectiblemente pues no creo que se pueda renovar un amor unilateralmente.

Ya estaba casi perdido, amando sigilosamente a la chica que ignoraba mis mensajes, cuando la historia se volvía a repetir: Mientras me encontraba en la cárcel (considero cárcel a aquel lugar donde los humanos realizan labores diversas, algunos le llaman centro de trabajo, lo cual me parece incoherente con la realidad), aburrido y dolido, observe una figura humana en extremo bella, aquella silueta tuvo la virtud de borrar de mi mente a la personalidad cruel que la habitaba. Me parecía un milagro, nadie me había impresionado tanto como aquella figura humana. A decir verdad nunca me causa admiración nada, todo me parece previsible, ni siquiera la persona que más amaba hasta ese momento había conseguido impresionarme como me impresiono hoy esa silueta extraña, mas allá de mi mente y de mi ceguera creo que era normal (la persona que ignora mis mensajes), una personalidad liliputiense.

Esa silueta debía ser a quien ame y quien me corresponda, por lo que deje pasar algunos días hasta el momento que necesariamente debía hablarle, fue más pronto de lo necesario y fue un día en extremo interesante: Me encontraba sentado en una de los banquillos de esa cárcel cuando ella se pasó cerca del asiento que me sostenía, salía a tomar un respiro. Yo estaba libre me habían soltado las cadenas por un momento y decidí salir a respirar el mismo aire que respiraría la persona que tanta admiración causaba en mí. Lo conseguí, encontré la silueta en el pasillo.

-"¿entraras a la cárcel tan pronto?", dije. No recuerdo que respondió y no me interesa recordarlo. Lo que sí sé, es que accedió (o acaso lo hice yo) a caminar un momento conmigo. Esos minutos fueron en general agradables para ambos, en ese pequeño instante descubrimos que nos agradábamos, tuvimos que regresar a los banquillos de la cárcel.

Nuestro siguiente encuentro fue el mejor y peor de todos (Yo he nacido para amar a quien jamás me corresponderá y para ser amado por personas, que nunca corresponderé): Dejamos los banquillos y nos apresuramos a salir, esta vez fue planeado. Me llevó a un lugar desconocido, un lugar escondido por donde pensé que no había nada. Me impresionó (ella ha logrado impresionarme con cada uno de sus actos, como nadie lo había logrado hasta ese momento, por eso la amo y la seguiré amando), tratamos de platicar, de conocernos un poco más. Nos conocimos lo suficiente en apenas tres segundos y de pronto nos besamos, sus labios son unos labios divinos y su humor es como el aura de alguna divinidad, fue uno de los momentos que nunca olvidaré. Me sentí el hombre más dichoso del mundo al poder coger una silueta perfecta, una silueta que solo debería haber existido en el mundo de las ideas, pero que escapó - no sé como - y ahora se encuentra conmigo, es indescriptible el momento.

Fue además - como dije - el peor de los momentos de aquel fugaz enamoramiento: Mientras la besaba descubrí que ese sería quizá el mejor de los momentos en una historia que concluía en el mismo instante de su genial comienzo. No me importo.

Pasaron los días (como pasan siempre, nuevamente amo al tiempo, admiro su libertad), en este caso los días fueron solo minutos, cuando mientras salíamos hacia nuestras casas me dijo:

- Yo soy una persona voluble

No entendí, yo conozco varias palabras, pero "voluble" no se encontraba en mi mente, nunca había oído a nadie usar dicha palabra para referirse a un ser humano.

- Voluble es una persona que se ilusiona y desilusiona con bastante frecuencia. Puedo quererte ahora y segundos más tarde ya no.

En ese instante entendí, y pensé que todo había acabado. Nuevamente la admiré, admiré su sinceridad, sinceridad que no esperaba. La personalidad tras esa silueta era igual de genial que la silueta misma. Era la persona perfecta, era una divinidad, la amé aún más, a pesar que todo había acabado. Traté de comunicarme, pero los días me contaron que, debido a su volubilidad, ya se había desilusionado, insistí pero fue en vano.

"Eres la una persona genial y necesitas estar con alguien que te merezca, yo soy demasiado voluble y no te quiero causar daño alguno", rezaba uno de sus mensajes. No fue el único, pero en general, sus mensajes eran un halago, un modo diplomático de decirme, "No deseo estar contigo", pero tratándome como una divinidad.

Lo entendí, pero me hubiese agradado no haberlo entendido jamás. Fueron unos momentos bastante tristes, me sentía una divinidad, pero como tal debía pagar las consecuencias: Por definición los seres superiores están alejados del mundo y yo estaba tan alejado que no podía conseguir el amor de quien para mí era la silueta más bella del mundo.

No quiero ser una divinidad, y no quiero merecer a alguien que me merezca, solo quiero estar con la persona que tantas sorpresas me ha causado desde el momento que la ví; pero eso no lo conseguiré porque en el mundo solo ha existido una única persona capaz de corresponder mi amor, y fue de quien el mundo me separó y el mundo lo conforman todas personas volubles que conozca de ahora en adelante.

Por esos instantes que no que cuales son y tampoco tengo noción del tiempo, que se concede tantas libertades y logra que no sepa en qué momento de la historia estoy: Recordé cuando la silueta divina me dijo:

-Todo lo que nos pasa es voluntad de Dios.

Me causó gracia, porque aun creyendo en Dios, yo sé que todo lo que nos pasa sólo es determinado por nosotros. Entonces dolido como me encontraba decidí enviar a esa divinidad a donde pertenece, al lado de los seres divinos, como en efecto ocurrió. Supongo que en el instante de su partida pensó que era voluntad de Dios, pero lo que no sabe y nunca sabrá es que fue mi voluntad, que a larga es voluntad de un ser divino, tal y como me ha llamado - No me manera explícita, sino que lo deduje a través de razonamientos - en sus mensajes diplomáticos que me dolieron más que el dolor que pudo haber causado un amargo rechazo.

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