viernes, 14 de octubre de 2011

Tristeza y sueños rotos


UNO
De mi cumpleaños más antiguo
Nací un 27 de octubre de 1988, durante el primer gobierno de Alan García. No recuerdo con detalle aquel día, tampoco recuerdo el porqué de mi nacimiento.  Durante mis primeros años en suelo terrícola parece que fui un niño feliz, lo confirman las fotos de cumpleaños y los invitados eufóricos que asistieron a ellas. Fueron siete cumpleaños celebrados sin mi consentimiento y de los cuales no tengo ningún recuerdo, sólo fotos. Hoy cumplo ocho años, como de costumbre  me despierto a las siete de la mañana y de pronto todo se trunca. En un día normal, debería salir de mi habitación para lavarme la cara y los dientes, y luego visitar a José, el chisco. Hoy encuentro algunos obsequios en mi cama. Mi madre llega a saludarme antes que pueda continuar con el día. Por alguna razón, entiendo que este día debe ser el día más triste de mi vida y no el más agradable como lo suponen los demás. Y es mi madre quien viene a indicármelo, solo que ella tampoco lo sabe.

DOS
Mi madre es una mujer genial, no es mi amiga como tampoco lo es mi padre, que es amiga de mis medio hermanos y de mis amigos. Tiene la inteligencia emocional desarrollada y el cociente intelectual también,  me supera en lo primero.  Siempre quedo maravillado al observarla actuar, y me fascina la facilidad con la puede ser amiga de todos los conocidos. Su vida hubiese sido diferente si yo no hubiese nacido: El mayor de sus sueños era ser oficial o pertenecer a las fuerzas armadas. Ella goza de grandes habilidades  para ello, posee un dinamismo y energía envidiables para otros, no para mí. La infancia de mi madre se encuentra plagada de múltiples anécdotas agradables como toros y corridas, árboles y caídas; y otras cosas relacionadas a la muerte.

TRES
Mi padre es un hombre al que conocí a los seis años. Quizá lo único que he heredado de él es la promiscuidad. Él se ha acostado con tantas mujeres como con hombres lo he hecho yo.  Tiene cinco hijos y el intelecto me hace suponer que ninguno fue planificado, todo lo hizo la búsqueda de placer sexual en alguna vagina. Mi padre tiene algunas habilidades que yo no he heredado, es trabajador e ingenioso, siempre tiene formas de conseguir dinero y comprase lo que desee, incluido  mujeres. Si hubiese llegado a vivir con él es probable que nunca hubiese  escrito un carajo, sería  un mortal, un zombi.  Tenerlo alejado de mí es una de las mejores cosas que me pudo haber pasado.

CUATRO
Hoy cumplo ocho años. Mi madre ya salió de mi habitación y una tristeza profunda se apodera de mí. No quiero salir de aquel lugar. Decido sentarme posición fetal, a llorar. Escucho canciones tristes y el día decide adoptar el mismo estado, hay neblina. Descubro en este día mi gusto por el clima invernal, con neblina y garúa y mucha tristeza.  Horas después, llego a la cocina donde descubro a todos preparando bocaditos  y en el gran patio, decoran. Hoy celebrarán un cumpleaños más y será el último, lo sé yo. Como a las cuatro de la tarde empiezan a llegar los invitados: Amigos y compañeros del colegio, amigas de mi madre y de mis tías, conocidos y desconocidos, llegan de todos lados y de todo tipo. Nada me causó más furia como lo hizo éste día.  Los invitados llegan con regalos, me dan abrazos y besos. Yo corro a limpiarme la cara después de los saludos y de paso tiro los regalos a algún lado, algunos se rompen con la caída. Tengo un peculiar trato con los balones de fútbol: Los llevo directo al tacho de basura, representaron la cuarta parte de los regalos del día. La gente disfrutó de la fiesta y se comió todo; yo me encontraba lleno de tristeza y con irá, quería que los intrusos se largasen, lo que ocurrió como a las ocho de la noche. A partir de ese momento empecé a disfrutar de mi fiesta.

CINCO
Mi madre tenía quince años y hallábase enamorada del papá de mi hermano menor. Escapaban de vez en cuando en la camioneta a pasear, al campo. Tenían planes de casarse y  de tener un hijo  que debería llamarse Abel.  Lo que no estuvo planeado es que mi padre se interpusiera en la relación. El papá de mi hermano fue obligado a alejarse bajo amenaza de muerte y después de muchos golpes. Mi padre tuvo el camino libre y fue en aquel tiempo de confusión, en el que debió fecundarme.  El padre de mi hermano regresó, mi padre y mi madre discutieron, y la historia hubiese sido la de antes a no ser por mí. El padre de Abel, que nació seis años después que yo, y mi madre se continuaron amando durante muchos años más, pero los planes ya no pudieron ser los mismos. Hay cosas que jamás le perdonaré a mi padre, ésta es una de ellas: Yo nunca debí nacer.

SEIS
A los ocho años decreté que no deseaba que me celebrasen ningún cumpleaños más. Desde aquel momento querría como regalo una bolsa de caramelos de leche que no tenga que compartir con nadie y pedí también que cada 27 de octubre me dejasen encerrado en mi habitación, no desearía ver a humano alguno. Así ocurrió.

SIETE
Siento que tanto mi madre como mi padre me odiaron en algún momento. Siento que ambos prefirieron que yo jamás naciera.  He oído la historia de mi nacimiento innumerables veces, en conversaciones de mi madre con sus amigas, mientras yo fingía estar dormido en la sala, donde ellas platicaban. La historia era narrada en tono trágico.  Mi padre hubiese preferido no conocerme nunca, simplemente aceptó mi existencia de mala gana. Ahora ambos me quieren, gracias al tiempo o acaso a la ancianidad.

OCHO
Tengo diez años, es 27 de octubre y estoy solo en casa. Todos han ido a algún lado y estoy triste como siempre y quizá más triste que de costumbre. Necesito salir a algún lugar alejado. Llega a visitarme un compañero de clases, el más odiado del salón, por su aspecto y conducta delincuenciales. Le pido me acompañe a “Tres Tomas”, al cerro. Hicimos una gran amistad, platicamos, descubrí un gran amigo y una gran persona. Regresamos como a las nueve de la noche, después de subir y bajar dicho cerro encantado. Fue un gran regalo. Descubrí que Paul sería capaz de dar la vida por mí. Cuando postule a la presidencia buscaré fidelidad en aquellos en quien nadie cree, en los renegados por la sociedad. Ellos estarán conmigo siempre. Nunca me traicionarán. Lo sé.

NUEVE
Mi padre nunca recuerda el día de mi cumpleaños. Siempre me saluda un día antes o un día después, pero nunca el día exacto. Recuerdo haber ido a visitarlo algún 27 de octubre, obligado por mi madre, y siempre regresé a casa con un sabor amargo. Eran días en los que recordaba que mi nacimiento no ha sido un gran acontecimiento sino un tropiezo y la causa de desdichas en muchas vidas. Mi madre siempre renegaba, le incomodaba mi comportamiento, el de no querer ver a nadie, el rechazo a los abrazos.

DIEZ
Tengo dieciocho años. Mi padre me regaló un terno. Mi madre no recuerdo qué. Es un día especialmente agradable. Mi medio hermano, a quien nunca había visto o saludado, llega a felicitarme y a invitarme a pasear. El prefiere salir con mujeres, lo que habla bastante bien, hoy. Yo accedo. Caminamos, comemos algunas porquerías. Descubro que él me quiere y yo también. David es el mejor hermano que nadie puede tener, es de los que lo daría todo para procurar mi felicidad.  Otro suceso agradable: Anderson, un amigo íntimo con quien me había peleado hace algunos años, me visita y me demuestra que no existe ningún tipo de resentimiento. Seguimos siendo amigos, a la distancia. Al cumplir 18 años me alejé de la ciudad donde nací y crecí.

TRISTEZA Y SUEÑOS ROTOS
Cada veintisiete de octubre se apodera de mí una tristeza colosal. Cada veintisiete de octubre me enfermo, quedo en cama, con fiebre. Sueño que el mundo se destruye por causa de mi nacimiento y yo trato de evitarlo, suicidándome, pero nunca lo consigo. Cada veintisiete de octubre recuerdo que mi nacimiento ha truncado muchas vidas y sueños. Recuerdo que mi madre y mi padre alguna vez no me quisieron y que Dios, aun siendo omnipotente, no es Dios.

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