domingo, 30 de octubre de 2011

SI YO FUESE…


Administrando mi cama
“Otro día que termina.
Otro día que no he hecho nada.
 Otro día perfecto.”
Si yo fuese administrador y tuviese que seguir las pautas narradas en los mejores libros de administración, no se sería un buen administrador; y si tuviese la remota posibilidad de serlo, elegiría fracasar en el intento.  Yo no imagino mi vida contaminada por el olor a oficina, rodeada de  secretarias con aroma vaginal o infectada por los bichos que descansan entre el saco y la corbata. Esa no es mi vida, no me sentiría feliz.
Sería infeliz sabiéndome halagado por frases hediondas y ficticias, lo hediondo responde al respeto, la adulación o al beso de Judas; lo ficticio, al respeto mismo. No toleraría en ningún grado que los humanos me llamen jefe, o señor, o como  se les ocurra. No toleraría tratar a los humanos como seres inferiores, pues eso ya se supone. Utilizar el tiempo en recalcarlo es una pérdida del mismo, es mejor tirarse a dormir. Y si finalmente el destino o el conjunto de decisiones mal tomadas conjuran para que yo sea  administrador, renunciaría y cedería el cargo.
Yo elegiría ser administrador, solo si administrar significase ceder el cargo a alguien mejor preparado y que  esté convencido de que sus ideales y los ideales de los otros son los mismos. Sería administrador si pudiese administrar desde mi cama, al lado de mi caricatura favorita (“Garfield”) y con una taza de café cargado. Finalmente sería administrador si pudiese administrar con mi Lap top entre piernas utilizando herramientas BI y algunas aplicaciones – elaboradas por mí – que me permitan gestionar proyectos y dirigir una empresa.

Ingeniando nuevas formas para dormir
Si yo fuese ingeniero no podría continuar con el sueño de ser escritor y tendría que resignarme a vivir la vida pedante que llevan mis compañeros. Me resignaría a alabarme con pequeños descubrimientos o solucionándole los problemas a otros, empresas o personas, que en nada dignificarían mi vida, o a realizar algún programa para ganarme alguna vagina.  Y si el destino o el conjunto de decisiones mal tomadas me obligan a ser  ingeniero, dedicaría tiempo a escribir manuales para que la gente solucione sus propios problemas, para que no sean inoportunos y me dejen dormir.  Los ingenieros se caracterizan por “el ingenio”, yo me las ingeniería en buscar modos para dormir más. Sería un buen ingeniero.
Yo no podría ser ingeniero porque yo no he nacido para solucionarle los problemas a nadie. No me interesa solucionarle los problemas a nadie, prefiero que las personas solucionen sus propios problemas. Me incomoda cuando me obligan a desarrollar alguna aplicación (programa) que facilite la gestión de algún proceso, en alguna empresa.  Yo siempre elijo algún sistema gubernamental y teórico, algo que pueda elaborar desde la comodidad de mi cama. A lo largo de  mi carrera he demostrado que puedo elaborar estudios sobre la realidad, con datos estadísticos inventados y con problemas ficticios, y obtener altas calificaciones. Voy descubriendo que lo mío es inventar.
Yo no quiero ser ingeniero pero resulta evidente que al final obtendré ese título, no porque yo quiera, sino porque mi abuela – que ya murió –  tenía ese sueño. Cuando termine mi carrera y sea un ingeniero frustrado, habré terminado de vivir para otros y comenzaré a vivir para mí. Estudiaré filosofía, escribiré y dormiré. Luego recaeré en el primer error: Seré presidente.

Soñando que soy héroe
Si yo fuese médico terminaría inventando métodos para purificar a la raza humana de una pandemia, la estupidez. De pequeño mi madre dedicó un tiempo considerable en mi educación. Como es previsible, como toda persona que tiene profesor particular durante la mayor parte de la niñez, fui exitoso en el colegio. Todo llevó a suponer a mis padres que yo debía estudiar para médico y me obligaron a prepararme para dicha carrera. Finalmente llega el día en que se debe tomar una decisión y descubres que la medicina no es lo tuyo. Un médico sacrifica gran parte de su tiempo, incluidos horas de sueño, de comida y de relax, en salvar vidas. Yo soy de los que piensa que el sueño, la comida y el relax son más importantes que una vida. Una vida que bien podría ser la de un imprudente peatón que fue atropellado o la de un borracho que estrelló su auto o la de un infiel acuchillado o la de cualquier peruano. Yo no creo que esas personas sean más importantes que mi cama y almohadas.
Yo no podría ser médico porque no me agrada la sangre, ni los huesos, ni la flema, ni el excremento, ni nada relacionado con la complejidad del cuerpo humano. Sencillamente yo no he nacido para ser médico. Estando a punto de terminar mi carrera he comprobado que yo pude haber estudiado cualquier carrera y  haberme graduado con méritos. El éxito en la universidad no depende de los conocimientos sino de la astucia y otras habilidades delincuenciales, propias de los peruanos. Hay amigos que han conseguido terminar la carrera sin saber un carajo sobre como utilizar un “If – else” y sin embargo podrían redactar una tesis y conseguir más reconocimientos que cualquier estudiante brillante. Los admiro y voy descubriendo mi verdadera vocación.

Contándole al mundo sobre mis hazañas
Si yo fuese periodista no tendría trabajo y pasaría toda la vida deambulando por los parques y plazas – no sé que cual es la diferencia entre ambos términos – observando la vida humana, a los peruanos hasta morir de rabia. Después de haberme preparado durante tres años y un poco más para postular a la carrera de medicina, decidí inscribirme en la carrera de ciencias de la comunicación y como era previsible fui el primero en la lista de los que no aprobó. Fue entonces cuando descubrí que yo no había nacido para ser periodista, que no podría pasarme los días contando historias de muertos, ni pidiendo explicaciones a los criminales, ni exigiendo disculpas a los apresados. Nunca he entendido porque  los peruanos han prostituido una de las carreras más agradables que existen.
Si yo fuese periodista. Digo si hubiese tenido la suerte de que una de las dos chicas que me robaron la vacante, hubiese muerto desangrada por culpa de un médico que se quedó dormido (el médico que yo no pude ser) y hubiese sido yo quien ingresase a la universidad que siempre está en huelga, sería un periodista que se encarga de contarle a la gente sobre lo repugnante que me parecen sus costumbres, diría que la muerte es algo natural y que no se debe informar sobre lo cotidiano. Contaría que “El hombre es malo por naturaleza” y que es normal que la gente se mate y cometa actos delincuenciales. Les diría a los peruanos que seré su presidente. Aconsejaría: Si desean ser exitosos no piensen en tener una empresa, ni en tener un buen trabajo,  ni en estudiar carreras de seis meses. Ser un esclavo bien remunerado no es señal de éxito. Ser administrador de cabinas de internet, tampoco lo es. Mucho menos se consigue el éxito leyendo los libros de Miguel Ángel Cornejo, de Paulo Coelo, o de cualquier otro delincuente. El éxito se descubre reconociéndose estúpido y concluyendo que la perfección se encuentra en el animal. Seamos animales, dejémonos llevar por lo instintivo. ¡Comparemos la vida antes y después de los peruanos!
Finalmente si el azahar o el conjunto de decisiones mal tomadas hubiesen conjurado para que yo fuese periodista, hubiese ejercido el periodismo crítico y hubiese sido una pizca de caca entre toneladas de la misma. No hubiese sido yo.

En el mundo de las ideas
Si yo hubiese sido todo lo anterior quizá ya estaría muerto. Nunca he podido comprender que es lo que disfruta un ingeniero, un periodista o que es lo que disfruta Juan. El más grande descubrimiento que he realizado en todos estos años es que soy un haragán y no se piense que ser haragán es malo. Recordemos que gracias a los haraganes se ha conseguido todo lo que se tiene. Todo descubrimiento – según he leído – tiene un fundamento filosófico, ingeniado por algún haragán tirado en una cama. El romanticismo y todo lo que nos dejó, estuvo representado por haraganes que se encargaban de escribir historias de amor. Entonces es probable que yo haya nacido para ser un haragán que se dedica a pensar en su cama o a tener relaciones sexuales en diferentes camas.  
Me fascina pensar que  soy Dios. Creo una ideología y la humanidad encamina su vida de acuerdo a mis descubrimientos o mandatos. Como dios, es natural que nadie me entienda y es probable que viva solo eternamente y es quizá esto último lo que más me deleita, ser único. Sin embargo ser dios y crear una ideología y convencer a la gente de que mi ideología es correcta es demasiado trabajo para un haragán como yo. En conclusión tampoco podría ser todo lo anterior.  
Ser escritor es lo más cercano a todo lo mencionado. Siendo escritor puedo ser ingeniero, médico, periodista. Puedo ser exitoso o fracasado. Puedo ser dios o peruano. Puedo destruir el mundo, en fin puedo ser lo que decida ser: Puedo ser presidente.
Pienso que ser escritor es lo único que sé hacer o lo que hago mejor, pero nunca termino de escribir lo empezado, las ideas mueren en mi cabeza y termino publicando un mamarracho. Entonces ser escritor es lo único que sé hacer y aún eso lo hago mal. He llegado a la conclusión de que yo no he nacido para nada. 

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