Administrando mi cama
“Otro día que termina. Otro día que no he hecho nada. Otro día perfecto.” |
Si yo fuese administrador y
tuviese que seguir las pautas narradas en los mejores libros de administración,
no se sería un buen administrador; y si tuviese la remota posibilidad de serlo,
elegiría fracasar en el intento. Yo no
imagino mi vida contaminada por el olor a oficina, rodeada de secretarias con aroma vaginal o infectada por
los bichos que descansan entre el saco y la corbata. Esa no es mi vida, no me
sentiría feliz.
Sería infeliz sabiéndome halagado
por frases hediondas y ficticias, lo hediondo responde al respeto, la adulación
o al beso de Judas; lo ficticio, al respeto mismo. No toleraría en ningún grado
que los humanos me llamen jefe, o señor, o como se les ocurra. No toleraría tratar a los
humanos como seres inferiores, pues eso ya se supone. Utilizar el tiempo en recalcarlo
es una pérdida del mismo, es mejor tirarse a dormir. Y si finalmente el destino
o el conjunto de decisiones mal tomadas conjuran para que yo sea administrador, renunciaría y cedería el cargo.
Yo elegiría ser administrador,
solo si administrar significase ceder el cargo a alguien mejor preparado y que esté convencido de que sus ideales y los
ideales de los otros son los mismos. Sería administrador si pudiese administrar
desde mi cama, al lado de mi caricatura favorita (“Garfield”) y con una taza de
café cargado. Finalmente sería administrador si pudiese administrar con mi Lap
top entre piernas utilizando herramientas BI y algunas aplicaciones –
elaboradas por mí – que me permitan gestionar proyectos y dirigir una empresa.
Ingeniando nuevas formas para dormir
Si yo fuese ingeniero no podría
continuar con el sueño de ser escritor y tendría que resignarme a vivir la vida
pedante que llevan mis compañeros. Me resignaría a alabarme con pequeños descubrimientos
o solucionándole los problemas a otros, empresas o personas, que en nada
dignificarían mi vida, o a realizar algún programa para ganarme alguna vagina. Y si el destino o el conjunto de decisiones
mal tomadas me obligan a ser ingeniero,
dedicaría tiempo a escribir manuales para que la gente solucione sus propios
problemas, para que no sean inoportunos y me dejen dormir. Los ingenieros se caracterizan por “el
ingenio”, yo me las ingeniería en buscar modos para dormir más. Sería un buen
ingeniero.
Yo no podría ser ingeniero porque
yo no he nacido para solucionarle los problemas a nadie. No me interesa
solucionarle los problemas a nadie, prefiero que las personas solucionen sus
propios problemas. Me incomoda cuando me obligan a desarrollar alguna
aplicación (programa) que facilite la gestión de algún proceso, en alguna
empresa. Yo siempre elijo algún sistema
gubernamental y teórico, algo que pueda elaborar desde la comodidad de mi cama.
A lo largo de mi carrera he demostrado que
puedo elaborar estudios sobre la realidad, con datos estadísticos inventados y con
problemas ficticios, y obtener altas calificaciones. Voy descubriendo que lo
mío es inventar.
Yo no quiero ser ingeniero pero
resulta evidente que al final obtendré ese título, no porque yo quiera, sino
porque mi abuela – que ya murió – tenía
ese sueño. Cuando termine mi carrera y sea un ingeniero frustrado, habré
terminado de vivir para otros y comenzaré a vivir para mí. Estudiaré filosofía,
escribiré y dormiré. Luego recaeré en el primer error: Seré presidente.
Soñando que soy héroe
Si yo fuese médico terminaría
inventando métodos para purificar a la raza humana de una pandemia, la
estupidez. De pequeño mi madre dedicó un tiempo considerable en mi educación. Como
es previsible, como toda persona que tiene profesor particular durante la mayor
parte de la niñez, fui exitoso en el colegio. Todo llevó a suponer a mis padres
que yo debía estudiar para médico y me obligaron a prepararme para dicha
carrera. Finalmente llega el día en que se debe tomar una decisión y descubres
que la medicina no es lo tuyo. Un médico sacrifica gran parte de su tiempo,
incluidos horas de sueño, de comida y de relax, en salvar vidas. Yo soy de los
que piensa que el sueño, la comida y el relax son más importantes que una vida.
Una vida que bien podría ser la de un imprudente peatón que fue atropellado o
la de un borracho que estrelló su auto o la de un infiel acuchillado o la de
cualquier peruano. Yo no creo que esas personas sean más importantes que mi
cama y almohadas.
Yo no podría ser médico porque no
me agrada la sangre, ni los huesos, ni la flema, ni el excremento, ni nada
relacionado con la complejidad del cuerpo humano. Sencillamente yo no he nacido
para ser médico. Estando a punto de terminar mi carrera he comprobado que yo
pude haber estudiado cualquier carrera y haberme graduado con méritos. El éxito en la
universidad no depende de los conocimientos sino de la astucia y otras
habilidades delincuenciales, propias de los peruanos. Hay amigos que han
conseguido terminar la carrera sin saber un carajo sobre como utilizar un “If –
else” y sin embargo podrían redactar una tesis y conseguir más reconocimientos
que cualquier estudiante brillante. Los admiro y voy descubriendo mi verdadera
vocación.
Contándole al mundo sobre mis hazañas
Si yo fuese periodista no tendría
trabajo y pasaría toda la vida deambulando por los parques y plazas – no sé que
cual es la diferencia entre ambos términos – observando la vida humana, a los
peruanos hasta morir de rabia. Después de haberme preparado durante tres años y
un poco más para postular a la carrera de medicina, decidí inscribirme en la
carrera de ciencias de la comunicación y como era previsible fui el primero en
la lista de los que no aprobó. Fue entonces cuando descubrí que yo no había
nacido para ser periodista, que no podría pasarme los días contando historias
de muertos, ni pidiendo explicaciones a los criminales, ni exigiendo disculpas a
los apresados. Nunca he entendido porque los peruanos han prostituido una de las
carreras más agradables que existen.
Si yo fuese periodista. Digo si
hubiese tenido la suerte de que una de las dos chicas que me robaron la vacante,
hubiese muerto desangrada por culpa de un médico que se quedó dormido (el
médico que yo no pude ser) y hubiese sido yo quien ingresase a la universidad
que siempre está en huelga, sería un periodista que se encarga de contarle a la
gente sobre lo repugnante que me parecen sus costumbres, diría que la muerte es
algo natural y que no se debe informar sobre lo cotidiano. Contaría que “El
hombre es malo por naturaleza” y que es normal que la gente se mate y cometa
actos delincuenciales. Les diría a los peruanos que seré su presidente. Aconsejaría:
Si desean ser exitosos no piensen en tener una empresa, ni en tener un buen
trabajo, ni en estudiar carreras de seis
meses. Ser un esclavo bien remunerado no es señal de éxito. Ser administrador
de cabinas de internet, tampoco lo es. Mucho menos se consigue el éxito leyendo
los libros de Miguel Ángel Cornejo, de Paulo Coelo, o de cualquier otro
delincuente. El éxito se descubre reconociéndose estúpido y concluyendo que la
perfección se encuentra en el animal. Seamos animales, dejémonos llevar por lo
instintivo. ¡Comparemos la vida antes y después de los peruanos!
Finalmente si el azahar o el conjunto
de decisiones mal tomadas hubiesen conjurado para que yo fuese periodista,
hubiese ejercido el periodismo crítico y hubiese sido una pizca de caca entre
toneladas de la misma. No hubiese sido yo.
En el mundo de las ideas
Si yo hubiese sido todo lo
anterior quizá ya estaría muerto. Nunca he podido comprender que es lo que
disfruta un ingeniero, un periodista o que es lo que disfruta Juan. El más
grande descubrimiento que he realizado en todos estos años es que soy un haragán
y no se piense que ser haragán es malo. Recordemos que gracias a los haraganes se
ha conseguido todo lo que se tiene. Todo descubrimiento – según he leído –
tiene un fundamento filosófico, ingeniado por algún haragán tirado en una cama.
El romanticismo y todo lo que nos dejó, estuvo representado por haraganes que
se encargaban de escribir historias de amor. Entonces es probable que yo haya
nacido para ser un haragán que se dedica a pensar en su cama o a tener
relaciones sexuales en diferentes camas.
Me fascina pensar que soy Dios. Creo una ideología y la humanidad
encamina su vida de acuerdo a mis descubrimientos o mandatos. Como dios, es
natural que nadie me entienda y es probable que viva solo eternamente y es quizá
esto último lo que más me deleita, ser único. Sin embargo ser dios y crear una
ideología y convencer a la gente de que mi ideología es correcta es demasiado
trabajo para un haragán como yo. En conclusión tampoco podría ser todo lo
anterior.
Ser escritor es lo más cercano a
todo lo mencionado. Siendo escritor puedo ser ingeniero, médico, periodista. Puedo
ser exitoso o fracasado. Puedo ser dios o peruano. Puedo destruir el mundo, en fin
puedo ser lo que decida ser: Puedo ser presidente.
Pienso que ser escritor es lo
único que sé hacer o lo que hago mejor, pero nunca termino de escribir lo
empezado, las ideas mueren en mi cabeza y termino publicando un mamarracho. Entonces
ser escritor es lo único que sé hacer y aún eso lo hago mal. He llegado a la
conclusión de que yo no he nacido para nada.
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